Ad image

Enfiestado

Ana Luisa Vega
4 Min de Lectura
Ilustrativa

RELATOS DE VIDA

Había jurado que no lo volvería a hacer, se repitió varias veces y en diversas ocasiones que jamás llegaría a esas consecuencias, es más, en su cabeza se me imaginaba los encuentros y la manera en que rechazaría la oferta, y eso lo hacía sentir seguro que lo lograría.

Para esta situación no había planeado nada, porque sabía que no habría riesgo, solamente se trataba de una simple salida a cenar para festejar el cumpleaños de su mejor amigo, mismo que había mencionado que no tenía ganas de salir y si había aceptado era por compromiso.

Al llegar al lugar y hora pactados, se encontró con el festejado y más amigos, quienes ya habían iniciado con el festejo y llevaban en su sistema una botella de ron, pese a que se veían tranquilos ya estaban enfiestados.

Saludó alegremente al grupo, pidió de comer, aceptó una copa en honor a su amigo cumpleañero y trató de ir tranquilo en la carrera del alcohol que estaban arrancando, o al menos, ese era el plan.

Después de tres horas de convivencia, lo que había sido orquestado para ser algo sencillo ya vislumbraba la ingesta de cinco botellas, unos ya dormían sobre la mesa y otros estaban desparramados en las sillas, mientras él trataba de mantenerse en pie.

Una visita al baño fue lo último que recordó y al día siguiente amaneció en su cuarto, con la pijama puesta, pero con toda la cara maquillada, el largo tiempo de abstenerse a tomar alcohol causó estragos, tantos que no sintió cuando era el blanco de la broma.

Se levantó de la cama aún mareado y con dolor de cabeza, caminó hacia el baño y comenzó a bañarse, aún sin percatarse de la obra de arte en su cara, aunque sí en su abdomen, donde dejaron dibujadas caritas felices.

Después de la ducha comenzó a arreglarse sin aún darse cuenta de su maquillaje, el baño y el cuarto carecían de espejos, luego de un incidente con su ex pareja, precisamente a causa del abuso del alcohol.

Una vez presentable, salió a la calle para comprar algo de comer y regresar a su casa, lo único que quería era descansar y reponerse de esa fiesta en la que no supo lo que pasó ni lo que hizo.

En el trayecto al local de barbacoa y consomé, notaba que las personas lo observaban con detenimiento, pero era tanto el dolor de cabeza que no le tomó importancia, hasta que un joven le preguntó gritando —¡¿Estuvo buena la fiesta chiquitita?! —.

El hombre desconcertado volteó a todos lados para identificar a quién se dirigían las palabras, sin dejar de caminar, hasta que llegó al puesto y el vendedor, quien había observado la escena, le explicó que se le había corrido el maquillaje, parecía un travesti desmochado; al darse cuenta que el hombre no sabía de lo que hablaba le consiguió un espejo para que observara su cara, y cuando por fin lo hizo, apenado regresó corriendo a su casa, jurando nuevamente que jamás lo volvería a hacer.

Compartir esta nota