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viernes, abril 18, 2025

El sistema de formación del K-pop, un modelo cercano al de los atletas

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Cientos de adolescentes en Corea del Sur entrenan a diario con la esperanza de debutar como estrellas del K-pop, de forma estricta, con dietas restringidas y largas jornadas en un modelo que recuerda al de los atletas de élite.

El proceso comienza con audiciones abiertas donde los más talentosos son seleccionados para ingresar a academias especializadas, como S2 Entertainment o A-Top Company, que los preparan en canto, baile, producción musical y condición física.

Este modelo B2B permite que grandes agencias como SM o JYP financien la formación y luego elijan a los más prometedores.

Las academias privadas medianas forman entre 20 y 30 jóvenes de entre 14 y 18 años, en su mayoría surcoreanos, aunque cerca del 20 por ciento proviene de países como Japón, China o Indonesia.

«Hago ejercicios básicos, clases de baile y clases de canto», dijo un aspirante masculino surcoreano de 17 años de S2 Entertainment durante un encuentro con medios, bajo condición de anonimato. Indicó que entrena unas seis horas diarias y hasta diez los fines de semana.

«He estado soñando con convertirme en un ídolo del K-pop desde que era un niño. No quiero hacer otra cosa más que perseguir mi sueño, por eso, a propósito, no tengo un plan B», confesó el joven, quien tiene como modelo a Jung Kook, de BTS.

Pese a este esfuerzo, solo una minoría debuta. Según S2, la mitad de los aprendices abandona en los primeros seis meses y el proceso de formación dura entre cinco y seis años, con casos que se extienden hasta una década.

Entre la vocación artística y las demandas del sistema

El sistema no está exento de controversias relacionadas con la presión a la que son sometidas los aspirantes. S2 asegura que busca formarlos de manera sana y que los trata como personas íntegras, no como celebridades.

«También estamos intentando crear un sistema de consejería psicológica para que los aprendices puedan practicar lo más posible y tener menos estrés», afirmó su CEO, Hong Tae-hwa.

La firma también señaló que a veces la presión proviene de los propios jóvenes o, en casos contados, de algunos padres, por lo que la empresa mantiene un diálogo constante con las familias.

Otro debate persistente es si los ídolos del K-pop son artistas auténticos o productos prefabricados. El equipo de S2 estima que un 70 por ciento de la producción artística proviene de la empresa, pero el 30 por ciento restante incluye contribuciones de los propios aprendices.

Los representantes de la empresa y el instructor de baile afirmaron que, incluso en las coreografías, dejan que los jóvenes integren improvisaciones y elementos creativos propios.

La sexualización de menores, sobre todo en la vestimenta femenina, ha sido otro punto de crítica. El director de A-Top, Jang Jin-young, rechazó esta percepción.

«Pensar en términos sexuales sobre cómo visten me parece algo raro, porque son menores de edad. No se debería pensar así sobre un menor», dijo Jang, defendiendo que la indumentaria forma parte de la expresión artística de los jóvenes junto con la música y el baile.

«Claro que hay una línea que no se debe cruzar y nuestro trabajo es enseñarles qué está bien y qué no», añadió Jang, que también es exintegrante del grupo Black Beat.

En cuanto al panorama para los que no logran debutar o los que terminan sus carreras de forma prematura, Jang dijo que, tras la disolución de su banda, enfrentó dificultades económicas y emocionales, lo que lo motivó a fundar una academia que brinda oportunidades de reinserción a exídolos o aprendices que no debutaron. Entre sus estudiantes pasaron integrantes del popular grupo SHINee.

Expansión global y experiencia cultural

El auge global del K-pop también ha transformado el perfil de los aspirantes. Ahora hay miembros extranjeros en las bandas y audiciones internacionales.

El atractivo de la «experiencia del K-pop» traspasa lo profesional. Muchos extranjeros lo exploran por afición. Programas como los del Seoul Culture Lounge ofrecen clases para turistas y residentes.

«La mayoría de los que vienen lo hacen por pasatiempo. No todos quieren ser ídolos y eso está bien», explica Jin, la instructora de una de estas clases.

«Vengo todos los sábados a bailar», cuenta Sara, guatemalteca residente en Corea. Andrea, de México, y Joseline, de Ecuador, añaden que lo hacen como ejercicio y para liberar estrés tras las jornadas de estudio.

Pese a sus críticas, el exigente sistema de formación de las academias de K-pop no dista demasiado del que enfrentan jóvenes atletas en otras disciplinas como el fútbol o la gimnasia.

Al final, cada quien decide cómo vivir la experiencia del K-pop: como un pasatiempo para disfrutar de la música y el baile, o como un proyecto de vida al que se entrega todo, incluso sin un plan B.

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