LAGUNA DE VOCES
A los artisas se les otorga grautitamente a través de su obra. No a todos por supuesto, solo son unos cuantos en la pequeña historia de la humanidad, y quedan condenados a ser siempre recordados con admiración, a veces envidia, pero en la mayoría de los casos de una buena manera. Se trata pues de una buena condena reservada a una diminuta cantidad de seres humanos, pero con esos basta para que la memoria colectiva se sienta salvada del olvido, porque de alguna manera contribuimos a que esa eternidad crezca y crezca, al descubrir, cada generación, la riqueza de un texto, una pieza musical, una pintura.
Pero hay otros que ni fueron artistas, ni creadores de una teoría para explicar el origen del universo, y por lo tanto para entendernos un poco más. Tampoco de una cura para enfermedades dolorosas, que de tanto que lo son, impiden el buen morir, es decir en paz.
Son los que buscan el poder y no se contentan con el que ocasionalmente les toca, sino que deciden ampliar esa posibilidad hasta el infinito, y para ello son capaces de recurrir a lo que sea necesario, luego de lo cual su condena, también, es que sean recordados hasta la eternidad por ser los arquetipos del abuso, de la deslealtad, de la soberbia.
También tienen sus glorias en el santoral del tiempo, y son incluso personajes a ser emulados, siempre en diminuta proporción para fortuna de la humanidad, pero al fin inspiración absurda, porque solo satisface sus propias manías para enfrentar a la muerte de una manera lamentable.
Así que sueñan con ser los nuevos dictadores del presente, conquistadores del mundo entero, destructores de la humanidad.
Pero una infinita mayoría de los que nisiquiera aspiran a estos niveles de maldad, simplemente son los que, de un día para otro, se despiertan con la seguridad de que como ellos ninguno, y que el camino de la político se inventó para rendirles culto.
No hay control alguno en estos personajes para entender lo efímero de esa pócima que cayó en sus manos un día en que se situaron en el lugar y la hora exacta. Pero de talento, nada; de sabiduría, tampoco. Son igual que usted que me lee, igual que yo, igual que la imensa mayoría que subimos a la embarcación de nuestra existencia, con un destino definido desde el principio, y una vida simple, pero a lo mejor feliz, si es que esto existe.
Con todo, son los más peligrosos en los pequeños lapsos de tiempo que conforman la vida, porque dañan a los que no desearon otra cosa que estar en paz con ellos mismos y sus semejantes. Aplastan el gusto por la tranquilidad y la posibilidad de tener tiempo para pensar, reflexionar en torno al camino que los lleva por los paisajes de la existencia.
Son los políticos, no todos por supueto, sí un montón para desgracia de los que simplemente los miran, los vuelven a mirar, y se saben iguales, pero con la diferencia de que no creen en la vocación de creerse lo que no son.
De repente, ese día, se saben contagiados por el síndrome de la eternidad. Creen que pueden ser eternos. Saben que nunca lo serán, pero quieren creer en lo priemero para justificar su actuar tropezado y sin lealtades a nadie… ni a ellos mismos.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez-mx
@JavierEPeralta
