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viernes, septiembre 19, 2025

El primer paso comienza con nosotros…

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Pido la palabra

“Entonces, sin tenerlo premeditado, sin haberlo
 decidido por así decirlo -…- empecé a hablar.”
Jorge Semprún

1985 nos enseñó que sí podemos, que ante las desgracias sabemos responder de manera inmediata, incluso con mayor celeridad que aquellos que debiendo reaccionar en automático, simplemente no pudieron, la tragedia los pasmó; 40 años después, nos sentimos orgullosos de ser mexicanos, eso ni duda cabe, tenemos argumentos de sobra para echar mano de ellos y oponerlos ante cualquier incrédulo que se atreva a dudar de nuestra solidaridad, el “¡Viva México, Cabrones!” lo sentimos en lo más profundo de nuestro ser.

Pero, ¿hasta donde hemos sabido privilegiar esa unidad nacional de la que hicimos gala en aquel desventurado 19 de septiembre?, ¿cuál ha sido nuestra conducta desde ese aciago año de 1985 a la fecha?, ¿la solidaridad sigue vigente o acaso solo estamos viviendo del recuerdo? Es momento de hacer un alto en el camino y analizar hasta donde hemos sido capaces de llegar con nuestras personales actitudes, estamos en buen tiempo, es más, cualquier tiempo es bueno para enderezar el camino si es que éste lo hemos equivocado.

El México que tenemos hoy día es producto de los granitos de arena que cada uno de nosotros hemos colocado en este mar de tragedias y triunfos que estamos viviendo; nosotros somos los primeros responsables en la construcción de nuestro destino; y, por ende, cualquier cambio que pretendamos hacer en nuestra forma de vida, cualquier paso hacia adelante para corregir los errores, debe ser el nuestro.

No creo equivocarme cuando digo que ante una situación caótica, de cualquier naturaleza, el primer dardo que lanzamos para justificar nuestra desgracia siempre va dirigido a las autoridades, sufrimos el síndrome del que de un tiempo a la fecha hemos aprendido: los culpables siempre serán los demás y nosotros nunca nos equivocamos, actuamos bien.

Sin embargo, nuestra realidad dista mucho de nuestro pensamiento, nosotros todos, también tenemos vela en el entierro cuando de repartir culpas se trata; y no se trata aquí de asumir la fácil postura de enjuiciar solo para cumplir con la sagrada obligación de escribir sobre un tema en particular; si así fuese, muchos ya habríamos dejado de realizar esta peligrosa y envidiable labor, se trata de crear conciencia, ese darnos cuenta que como seres sociales, somos parte del problema, pero también somos parte de la solución.

Nos quejamos de todo, pero ¿que hemos hecho para corregirlo?; por ejemplo, denostamos y prácticamente queremos quemar en leña verde a aquellos que se les acusa de enriquecimiento ilícito, pero, por otra parte, no dudamos en saquear a algún camión accidentando y que, por ello, dejó expuesto su contenido, mismo que en cuestión de minutos desaparece.

Le aventamos periodicazos a las autoridades y las culpamos de las inundaciones en la ciudad ya que no desazolvaron a tiempo las coladeras y drenajes; pero se nos olvida que esas coladeras se taparon debido a que hubo muchos “cochinos” que en lugar de tirar su basura en los botes o lugares dispuestos para ello, prefirieron hacerlo en cualquier calle, incluso a la vista de todos; estoy seguro que todos hemos sido testigos cuando algún admirador del “ecoloco” saca la mano de su automóvil para tirar la envoltura de la comida chatarra que va ingiriendo.

También, nos quejamos y calificamos de absurdo el enorme tráfico que hoy día ya vivimos en nuestra ciudad capital; pero, no dudamos en querer ganarle el paso al automóvil que viene en sentido paralelo a nosotros; o también, nos entercamos en los cruceros sin semáforo en querer se los primeros en pasar y no respetamos la regla de tránsito y cortesía del “uno por uno”, nos estacionamos en donde se nos pega la gana, incluso, en los lugares reservados para discapacitados, siendo en esos casos, nuestra única discapacidad de carácter mental.

Nos quejamos de la delincuencia y la drogadicción, pero, ¿le damos la atención adecuada a nuestros hijos?. Nuestro México es hermoso y puede serlo todavía más si cada uno de nosotros entendemos que también somos parte del problema y que está en nuestras manos ser parte de la solución; de no darnos cuenta de esa circunstancia, seguiremos quejándonos y solo viviendo del recuerdo de una solidaridad de 1985 que a la postre solo podremos conocerla en las crónicas de la historia.

Quizá lo que estoy escribiendo puede causar ruido, ¡qué mejor!, pues al igual que dijo Jorge Semprún: también empecé a hablar.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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