LAGUNA DE VOCES
Cada una de las pugnas por el poder dejan cientos, miles, millones de damnificados. Algunos por el impacto directo que representa ser militante de uno de los bandos en conflicto, pero muchos más son de tipo colateral, que, sin tener vela en el entierro, en no pocas ocasiones resultan más dañados que los principales protagonistas de la pelea.
Lo observamos en el escenario nacional, en una lucha que parece nunca va a terminar, porque liquidado el principal “adversario” o enemigo, como de verdad se le ve en los hechos, alguien más debe pagar los desvaríos del que a todos venció, pero no puede con el Padre Tiempo.
Seguro encontrará la forma de doblegar las manecillas del reloj, para que nunca marque la hora nona en que debe irse y, ahí sí, esperar el veredicto de una historia que ya lo tiene en sus miles de páginas, pero que el interfecto sospecha no en calidad de adalid de la justicia, ni salvador de los desposeídos, y sí en cambio, de dinamitador del pasado, presente y futuro.
Seguro tendrá muy pronto en sus manos, no simples reformas mortales, que como tales sucumben a los años, sino el cristal del tiempo, que puede extender, por los siglos de los siglos, su gloriosa presencia.
En tanto los damnificados de esta pugna, ya no por el poder de unos años, sino de la eternidad, dejará sembrado el campo de batalla de rostros desconocidos, anónimos, que, de un día para otro, de un año para otro, vieron caer por los suelos cada una de sus ilusiones, cada una de sus esperanzas, porque cometieron el pecado de querer aspirar a más cosas, más terrenales propiedades, cuando conformarse con lo que bien a bien el cielo les había otorgado, era el camino.
Nada cambiará en el diminuto escenario de nuestras existencias, que bien puede sumar 70 años, con muchísima suerte 80, con el rotundo veredicto de la realidad poco arriba de los 60 y tantos.
Hemos vistos desde primera línea los usos y abusos del poder, ese que siempre argumentan tiene sentido si es para servir, aunque pasados unos años lo olvidan para sucumbir, como todos, a los delirios de la eternidad, del deseo de que el gozo tan absoluto nunca de los nuncas acabe.
Si entendieran que todo es efímero, que a la vuelta de la esquina estarán de nuevo en el lugar que siempre ocuparon, y si malograron la oportunidad vital de toda existencia que es servir al semejante, a cambio de las ensoñaciones de creerse lo que nunca fueron, tarde será el arrepentimiento, tarde la posibilidad de recibir el perdón, tan vital a la hora fúnebre.
Mientras, el tinglado se llena de actores y actrices llegados de todos los rumbos del universo, para divertir al que en sus manos tiene el poder, y después, para tomar venganza por los agravios recibidos. Igual que él lo hizo.
Mil gracias, hasta mañana.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mx
X: @JavierEPeralta