RELATOS DE VIDA
“¡Estás echando a la basura 42 años de matrimonio, mujer!”, se escuchó decir el señor Pablo a su esposa, la señora Dorita, quien lo escuchaba temerosa de que en cualquier momento se desatara el demonio y fueran sus últimos momentos viva.
Por fuera de la casa de la pareja adulta, estaban atentos los vecinos que también habitaban en la vecindad desde hace por lo menos una década, y conocían las mañas y el comportamiento de Don Pablo, y por supuesto, la abnegación y sumisión de Doña Dorita.
Era bien sabido que Don Pablo era de esos machos, aquellos que siempre tienen la razón, que puedan andar con varias mujeres, y además le deben perdonar y aplaudir cada una de sus gracias, porque es el que manda y al que se le debe rogar.
Mientras que Doña Dorita se encargó de cuidar a la casa y al único hijo que tuvo, quien tenía cerca de 3 años que se había independizado al encontrar trabajo en otra ciudad; habitualmente estaba sola, y se había acostumbrado a eso, pero le hacía feliz no tener cerca a su marido, ya muchas veces había intentado persuadirlo que se fuera y viviera con alguna de sus mujeres, pero no había querido aceptarlo.
Ese día por la mañana, después de que el esposo saliera a trabajar, a Doña Dorita le llegó un mensaje «Buenos días mujer hermosa», acompañado de dos corazoncitos, el remitente era desconocido, así que no le tomó importancia, dejó el celular en la mesa y continuó con sus labores, pero las palabras le alegraron el día, aunque no eran para ella.
Horas después llegó Don Pablo, se dirigió directamente a la mesa del comedor, pidió la comida y la mujer acudió con una sonrisa disimulada, la mueca causó duda y desconfianza en el macho de la casa, quien al ver el celular de su esposa, lo tomó para verificar si la razón de la sonrisa se encontraba ahí.
Al detectar y leer el mensaje, aventó con fuerza el celular contra la pared tratando de golpear primero a Doña Dorita, la cuestionó del mensaje y ella nunca respondió, pero decidió aprovechar el malentendido para darle una lección, y dijo “esa persona me quiere y no me falta el respeto, es hora de irte de la casa y no volver jamás”.
El orgullo de Don Pablo quedó apabullado, agachó la cabeza y gritó: “¡Estás echando a la basura 42 años de matrimonio, mujer!”, se dirigió a su cuarto y comenzó a llorar. De ahí para adelante, Doña Dorita sonreía todos los días.