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El jardín del universo sin sentido

Javier Peralta
4 Min Read

LAGUNA DE VOCES

He mirado con los mismos ojos que otro hombre en tiempos antiguos, el vaivén de los astros en el cielo, su contoneo sin sentido que los lleva al mismo lugar desde los millones de años que dicen tiene el universo. Y nada ha cambiado, y nos iremos igual que otros tantos de billones que un día se asomaron a la bóveda celeste para quedar admirados, pero pasado el tiempo, mínimo, nada en comparación con el que vio aparecer y desaparecer galaxias, se miró decepcionado, porque finalmente supo que no era parte de nada, como no sea el errante polvo disparado a la nada en la explosión de un planeta solitario, mustio, sustituible.

Así que no éramos ni creadores por mirar estrellas, en esa absurda teoría de que sin observador nada existe. Tampoco indispensables remedos de Dios para nombrar a la luz por luz, a la tierra por tierra, a la muerte por muerte. Solo perdidos, abandonados en un desierto de pequeñas luces, donde hasta la más pequeña superaba en grandeza y brillo al planeta donde caímos de la nada.

No era justo el destino, tampoco el camino, tampoco la esperanza guardada durante el resuello que fue nuestra minúscula existencia, pero de alguna manera se cumplía al pie de la letra la jugada maestra de quien solo pasados 60 o más años, se da cuenta de que era esto, no otro, el sueño que tantos desvelos provocó desde la infancia. Y era absurdo que en algún momento llegáramos a creer que la construcción de la eternidad pudiera hacerse realidad.

Pero no fue así.

Algunos han vivido tanto, que conocen esta historia a detalle, con todos los pormenores que ofrece mirar en escena la misma obra, su mismo desarrollo, su mismo fin, y todavía creer que algo habría de cambiar por quién sabe qué razón.

Porque es al contrario: la puesta en escena es cada vez más perfecta, que muy probablemente será inútiles los espectadores, porque últimamente ya nadie aplaude, ni llora, ni maldice, porque cada una de las escenas se repite hasta el infinito y sin ningún sentido.

Que no sea culpa de nadie, que nadie se haga responsable por la salida en masa del gran auditorio del universo, porque ya no hay emoción en los protagonistas, porque todos lo fuimos en un pequeño instante, y juramos que podíamos cambiar el devenir del tiempo. Pero no fue así. Nunca fue así.

Y lo peor es descubrirse, en una carrera furiosa rumbo a la posibilidad de que todo recupere algún sentido, alguna posibilidad de principio.

Pero no. 

Hoy todo es fin, conclusión, telón que cae, igual que el agua del aspersor que riega las tardes de calor el jardín que hoy, al menos, está iluminado por focos blanco.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx

X: @JavierEPeralta

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