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Hidalgo
martes, diciembre 3, 2024

El extraño poder del insondable mar

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LAGUNA DE VOCES

El día que miró al mar por última vez, con la idea absurda de que regresaría el año entrante, le dirigió una larga oración de agradecimiento, porque le había cumplido el sortilegio inventado desde niño, enamorado de las olas, de la sensación de no pertenecer a ningún lado, a ninguna parte, a ningún universo, por el suave vaivén del oleaje, del tumbo contra las piedras del agua salada, nunca capaz siquiera de pensar que un día le llegaría el cansancio. Por supuesto que era absurdo pensar que un milagro de la naturaleza, pudiera tener la tentación de mostrar indicios de aburrimiento y que de ahí pasaría a exigir un nuevo papel en su existencia, que de entrada era eterna.

Por eso la respuesta cuando niño habría sido tan benévola, bonachona incluso, esperanzadora. Desde esa época el mar estaba harto, hastiado de sí mismo, y haberle dejado vivir tanto tiempo, no fue producto de su bondad, no; simplemente preparaba su abandono, que deparó un sinnúmero de catástrofes para la humanidad, en un algo que a nadie le pareció justo, pero que de todos modos nunca recibió como respuesta ninguna condena, ningún discurso iracundo en su contra. Él supo entonces que le tenían miedo, que siempre le habían tenido miedo, y fue, en ese preciso momento, cuando comprendió que todo había sido asunto de suerte, no de protección de los océanos, ríos y lagunas.

Ahora que descubro el terror que provoca la profunda y honda oscuridad de los mares, no puedo sino reconocer su paciencia, su absoluta paciencia para soportar tantas generaciones de morales que se asoman al mar, con ánimo de no volver nunca a ninguna parte.

He querido regresar siempre, al momento en que conocí el mar por vez primera, y no hay poder que logre ese objetivo, que otorgue la memoria exacta de lo ocurrido. No hay datos que permitan ubicar en algún momento, el instante justo en que supe del miedo, del profundo respeto y rencor, que solo nutre el miedo, el puro miedo.

Por eso, en todo el tiempo que sobre, que quede la palabra, para comprender las incapacidades del honor, haré como los hombres primitivos que rendían honores al mar, que ocultaban en sus aguas la memoria rencorosa que tanto daño acaba por hacernos.

Un día aprenderemos a llevarnos con la naturaleza.

Algún día, descubriremos los misterios insondables de la palabra MAR.

Hasta entonces, ya diciembre de por medio, le pido mantengamos la tarea inútil de conservar la duda absoluta, por un bien común y certero: la capacidad de mentir, de hacer que se escuche y finalmente, acallar el escándalo de la memoria necia.

Mil gracias, hasta mañana. 

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