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jueves, julio 17, 2025

El ciprés

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LAGUNA DE VOCES

Al ciprés del jardín, con casi siete metros de altura, le empezaron a salir brazos y pies. Su avance rumbo a la calle es mínimo, apenas unos cuantos centímetros, pero el rosal que resplandece en estos tiempos de lluvia, más cerca de la puerta de salida, se asoma con más de ocho rosas, y advierte que un día cualquiera desaparecerá, igual que la tubería de agua potable, robada en la madrugada por ser de cobre y que hoy urgirá reparación con lo que se tenga a la mano.

Como responsable de haberlo sembrado hace más de 20 años, sé que hasta los cipreses se tendrán que ir algún día, y nadie podrá hacer algo para detenerlo, porque además es su derecho buscar nuevos rumbos, una tierra con más sol, o a lo mejor, en una de esas, se queda en un panteón donde abundan los de su especie. Pero en algo tendrá que extrañar a sus tres hermanos que tal vez se queden, o no, si también deciden acompañarlo.

Solo sé que será el primero en irse, porque todos los días, si tengo la curiosidad de asomarme al jardín, cambia de perfil. Se diría que ensaya sus primeros pasos, y que está dispuesto, a costa de lo que sea, para irse, y digo, de nuevo, que es la ley de la vida.

Aunque también es muy posible, pero muy posible, que yo haya empezado a imaginar cosas por asuntos de la edad, y lo peor es que si decido partir, solo hay un rumbo para los que tenemos tantos años, que implica no contar con boleto de regreso.

Sin embargo, estoy seguro que es el ciprés el que se irá tarde o temprano, y le aplaudo su interés en cambiar de aires, porque cuando no medía más allá de dos metros, festejaba la presencia de un sinnúmero de personas que a su alrededor echaban humo cual chimeneas, discutían, reían a carcajadas, y hoy solo queda el recuerdo.

A mi entender son asuntos naturales del tiempo, y este simple hecho es el que hace la gran diferencia. 

Ahora que caigo en la cuenta, he sido paciente para ver crecer el ciprés desde un retoño en el patio, hasta llegar a los casi siete metros. Es decir que ya es un gigante, y por eso creo que todos los días se despide, mece sus ramas hasta hacerlas brazos, y se estira para semejar piernas y pies.

Todos los jardines tienen un objetivo sustancial.

El de la redacción ha sido que simplemente lo miren, corran de vez en cuando los hijos de un sobrino, la mascota que fue hijo de su dueña, los recuerdos que son hijos de nuestra memoria, los sueños que cobraron forma y vida en un taller de periódicos impresos.

Y el ciprés ha sido testigo de todo ese universo que ha pasado junto a su sombra en días de calor, junto a su murmullo cuando corre el viento de Pachuca.

Si mañana no lo veo, estoy seguro que habrá emprendido nuevas aventuras. Llevado su sombra y su música a lugares nuevos.

Su misión aquí ha sido cumplida y con creces. Y si decide quedarse hasta hacerse viejo y olvidadizo, sabe que ni necesidad hay de anunciarlo, porque este jardín es más su casa que la de cualquiera.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx

@JavierEPeralta

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