RELATOS DE VIDA
El día estuvo pesado, pero sabía que una vez que terminara la jornada laboral, saldría para su casa, se pondría la pijama, se prepararía un café y un sándwich, y se quedaría acostado viendo películas, para solo levantarse para las necesidades fisiológicas.
El tiempo de salida llegó, había acumulado mucho cansancio en la semana por los innumerables pendientes que debía cumplir, en el trabajo, en su casa y sociales; sumado a que el insomnio lo azotó cada uno de los días, hasta quedarse sin fuerzas para hacer lo que habitualmente realizaba.
Cuando el reloj marcó la salida, limpió su área de trabajo, tomó sus cosas, salió al estacionamiento, subió a su carro y emprendió el camino, el destino ya estaba fijado y solo necesitaba un poco más de fuerzas para llegar por fin a su hogar.
En el camino, por la mente le pasaban imágenes, recuerdos, pendientes, preocupaciones, quehaceres, compromisos, que si bien no tenía que cumplir inmediatamente, era una firma de recordar que no podía olvidarlas y debía cumplirlas para no seguir postergándolas.
Parecía que estaba a punto de llegar a su destino, llevaba más de media hora de camino y no le faltaba mucho, tal vez 15 minutos, en los que su cabeza seguía ocupada con notitas, parecidas a post-its para que recordara lo que tenía que cumplir.
Cuando por fin puso un alto a las alertas de su cabeza, y como si fuera un despertar, regresó a la realidad, y como si estuviera encamorrado, luego de un letargo, no pudo reconocer en dónde se encontraba, paró su camino y se estacionó en el acotamiento, luego de voltear hacia todos lados, no reconoció la gasolinera, lo que suponía que ya se habían pasado por mucha distancia de la entrada de su fraccionamiento.
Una vez localizada su ubicación, emprendió su viaje de regreso, metros más adelante estaba el retorno que le permitiría recomponer el camino hacia su destino inicial, aunque ahora le acompañaba el miedo por la situación que pasó por dejar que su mente tomara las riendas.
Por fin en casa, solo se dispuso a preparar un café, ponerse la pijama, alistar una película y meterse a la cama, en donde al cabo de 20 minutos y después de tomarse el líquido caliente, quedó completamente a merced de los brazos de morfeo.