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martes, octubre 21, 2025

El arte de aprender a ser asertivo

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Un adulto responsable

“No voy a mover un dedo, tú te 
lo buscaste y te equivocaste”
Canción de Bla Bla Bla

El otro día veía una entrevista que le hicieron a Christian Castro, en la que el cantante revelaba que en sus tiempos libres le gustaba “hacer nada”; su perspicaz interlocutor le preguntó, con varios ejemplos, si se refería a la productividad, pero él dijo que no, que simplemente hacía “nada”.

Para los que “sobrepensamos” en la vida, sabemos que eso es imposible: o estás en el celular scrolleando o sumergido en una actividad de profunda concentración; pensando de más o cumpliendo con dos cosas al mismo tiempo. El no hacer nada nunca es una opción (al menos para nosotros). ¡Y qué envidia me dan los que pueden hacerlo!

Porque aunque parecería demasiado fácil quedarse tirado mirando un punto fijo sin pensar en lo que se hará dos minutos después, eso también es hacer algo. Lo verdaderamente trascendental es el concepto de la desaprensión: tener claro que en esta vida nada es verdaderamente tuyo y al final, nada te llevarás.

De una u otra forma todos estamos llamados a ver nuestro camino de esa manera, por el simple hecho de que es verdad. Sin embargo, yo soy de esas personas a las que les cuesta soltar, que no son capaces de aceptar que todo en esta vida tiene una vida útil y que las historias tienen un inicio y un final.

Si me cuesta reemplazar un celular al que ya llené más de tres veces a su máxima capacidad y que tiene problemas de pila porque su cargador apenas funciona, cuánto más me resulta complicado separarme de una relación que para mí es importante.

En el mundo capitalista en el que vivimos, a mucha gente se le hace muy fácil cambiar lo que todavía podría servir: comprar el iPhone 17 aunque el 16 no presente ningún tipo de deterioro; la ropa, porque ya no está en tendencia aquello que hace 3 meses era la gran novedad; o a la gente, porque cometió un error que resulta imperdonable.

Por mucho que admire la valentía de aquellos radicales que son capaces de separarse de aquello que les hace mal, también creo que lo importante está en encontrar el equilibrio, o como bien diría aquel refrán de antaño: “ni tanto que queme al Santo, ni tanto que no lo alumbre”; encontrar la asertividad.

Sí, esa cualidad que se define como la habilidad social para expresar nuestros pensamientos, sentimientos y emociones de una forma cortés y directa, pero siempre respetuosa, sin ser agresivo ni pasivo.

Me parece increíble que un concepto que aprendí de un libro de Jordi Rosado tenga tanta vigencia hoy, sobre todo porque cuesta aprender a tomar decisiones que no vengan desde las emociones o la desidia, sino de una concienzuda forma de ver el mundo y hacer lo correcto. Una cualidad que solo tienen las personas sabias.

A pesar de tener casi 30 años, sigo creyendo en que puedo mejorar como persona y una de las cualidades que me gustaría tener, sería el poder tomar decisiones sabias que no solo me permitan hacer lo que quiero sino que además no perjudiquen a las personas cercanas a mí. Difícil, pero no imposible.

Nota: A casi un año de haber empezado esta aventura, miro con añoranza el camino recorrido y me siento orgullo de lo que he aprendido, ojalá estas columnas sigan sirviendo para que los lectores se identifiquen con alguna de mis peripecias y/o les dejen alguna sonrisa o consejo que les sirvan para afrontar de mejor manera esta vida adulta.

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