Días de ira, de menospreciar la vida
Hoy por la mañana, en la glorieta que se encuentra bajo el puente atirantado de la ciudad de Pachuca, Hidalgo, un joven de poco más de 30 años fue asesinado a cuchilladas tras una pelea de tránsito. El agresor, un taxista, lo atacó con tal furia que le arrebató la vida en plena vía pública, frente a testigos que no podían creer lo que veían. Todo comenzó con una discusión por el paso, por ese momento absurdo en que dos conductores no ceden, no bajan la velocidad, no respiran. Solo aceleran la ira.
La pregunta siempre será la misma: ¿vale tan poco la vida como para matar por ver quién pasaba primero? ¿Es posible que una disputa tan trivial termine en una tragedia irreparable? ¿Qué está pasando en Pachuca, en esta ciudad que hasta hace poco era tranquila, donde los problemas parecían ajenos a la violencia irracional de las grandes urbes?
Detrás de cada estallido de violencia hay una acumulación de frustraciones, de enojo contenido, de angustias no resueltas. Pero nada de eso justifica que una discusión termine con un cuerpo en el asfalto y una familia destruida. Nada justifica que la vida humana pierda tanto valor.
La ciudad está cambiando. No solo en sus edificios o en su tráfico cada vez más caótico. Cambia en su ánimo, en su forma de enfrentar los conflictos. Lo que antes se resolvía con palabras, hoy se contesta con golpes, con armas, con muerte. ¿Estamos dispuestos a permitir que esta sea la nueva normalidad? ¿O aún hay tiempo para recuperar la paz que nos distinguía?
