RELATOS DE VIDA
Era su lugar seguro, a menudo cuando quería escapar del ruido de una ciudad tan ajetreada, lastimada y frustrada, se refugiaba en ese pequeño rinconcito en el bosque, en donde se desconectaba del mundo y de sus malestares emocionales.
Se trataba de una pequeña choza que en su interior solo guardaba una cama, una mesa pequeña, una silla, y una estufa de madera que calentaba toda la habitación, además de una alacena con un par de platos, vasos, tazas y cubiertos, además de una olla de barro, y afuera una terraza con una silla amplia y a unos metros, una letrina.
El camino hacia el refugio también le significaba una terapia por su tranquilidad, armonía, paisajes, y el olor de oxígeno fresco que revitalizaba sus pulmones con cada inhalación.
Al llegar, acomodó su ropa y enseres, prendió la estufa para calentar el interior, preparó café y tomó una frazada, para sentarse en la silla y comenzar su relajación observando el horizonte y la luna que comenzaba a brillar.
Se perdió en el tiempo con las tonalidades de la noche, y el destello de las estrellas difíciles de ver en su ciudad, y fue cuando un ruido cerca de la letrina la regresó del letargo, espantada, tomó un pedazo de leña y caminó hacia el origen del ruido, en donde encontró una sombra que caminaba lentamente para después desvanecerse.
Estando a un paso de ese bulto, descubrió que se trataba de una persona que parecía estar malherida; aún con miedo, decidió ayudarle a levantarse e introducirla en la choza, que ya estaba cálida y desprendía el olor al café.
La recostó en la cama, se trataba de una mujer, a simple vista parecía estar solamente cansada, al percibir que no despertaba del sueño, acercó una silla para vigilarla y estar pendiente cuando despertara, para saber lo que había sucedido.
Durante la vigilia, la mujer soltaba frases que parecían no tener sentido: “en poco tiempo llegará, confía en tus instintos, todo saldrá bien, eres libre de decidir, busca tu felicidad, aquí podrás encontrarte”, y entre tanto balbuceo, ella también concilió el sueño.
La luz que irradiaba el sol y el trinar de las aves, la despertaron, y al mirar hacia la cama se percató que la mujer no estaba, de hecho, no había ningún rastro de que hubiera estada ahí, recorrió la terraza, la letrina y observó hacia el bosque pero no había nada, solamente la frazada y la taza con café que se había servido antes de encontrar a la mujer.
Al buscar una respuesta a lo que había sucedido, recordó las palabras que había escuchado, y trató de darles un sentido, luego de mucho intentar, descubrió que eran las respuestas a la razón por la que había huido a esa espacio, para ella seguro, su duda y miedo a la propuesta de casamiento de su novio.
Ahora todo tenía sentido, el hecho de dudar al matrimonio era porque no era el indicado, y debía aclararlo con el involucrado, para evitar lastimarse mutuamente, tomó nuevamente su cosas, y regresó a su ciudad, ahora firme y segura de lo que debía hacer.