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Detrás de la máscara: Servidores públicos y la violencia oculta en el noviazgo y en la familia

Blanca Vargas
3 Min de Lectura

POR EL DERECHO A EXISTIR

En el escenario público, muchos servidores públicos proyectan una imagen de liderazgo, empatía y compromiso con el bienestar social. Sin embargo, detrás de la máscara carismática y la responsabilidad, una realidad escalofriante puede estar presente: la violencia familiar.

Es inaceptable que aquellos que juraron servir y proteger a la ciudadanía alberguen en su interior la capacidad de infligir dolor y abuso a sus propios seres queridos. La violencia familiar o en el noviazgo, sin importar el estatus social o la profesión, es un crimen deplorable que deja cicatrices profundas en las víctimas.

Lamentablemente, la violencia que involucra a servidores públicos suele quedar oculta bajo un velo de vergüenza y miedo. Las víctimas, muchas veces en situación de dependencia económica o emocional, son silenciadas por las represalias que temen y por la imagen intachable que el agresor proyecta en el exterior o por aquellas influencias que suelen presumir.

Es crucial romper este silencio y generar espacios seguros para que las víctimas denuncien. Las autoridades deben dejar de ser cómplices, aunque sean personas que ostenten sus propios colores ideológicos, e implementar protocolos específicos para atender estos casos, garantizando la protección de las víctimas y la aplicación de la justicia de manera ejemplar.

La sociedad en su conjunto también tiene un papel fundamental. Debemos dejar de lado la estigmatización y el silencio cómplice. Debemos creer a las víctimas, apoyarlas y acompañarlas en su camino hacia la sanación y la justicia, más cuando su camino será en sí mismo una batalla constante. 

Recordemos que la violencia familiar nunca es un “asunto privado”. Es una lacra social que exige una respuesta contundente y comprometida. Solo mediante la denuncia, el apoyo y la acción colectiva podemos erradicar esta terrible realidad y garantizar que ningún hogar sea escenario de abuso y dolor.

No permitamos que la máscara del carisma oculte la violencia. Denunciemos, apoyemos y exijamos justicia. Que la promesa de vida libre de violencia que pregonan en las campañas los partidos políticos, los días naranjas y todas las poses que tienen los famosos aliados se constituyan en una realidad, que las mujeres y niñas, no tengan miedo. 

Cabe destacar que esta columna se escribe pensando en una víctima, a manos  de quien pronto ostentará el cargo de regidor y cubre sus hechos con el manto de la protección de la cúpula del poder. Compañeras, recuerden que no están solas.

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