PEDAZOS DE VIDA
Primero fueron los pies, luego el cuerpo, siguió por las manos, los brazos y llegó al cuello, como un humo que la muerte arroja sobre los cuerpos para privarlos del goce terrenal, así fue su fin, sin más gloria que haber permanecido nueve días en cama sin que nadie notara su ausencia, sin que nadie supiera que poco a poco se marchaba de una vida opacada por la tristeza y la amargura de su eterno luto.
La muerte de una pareja hubiera sido más fácil de afrontar, pero cuando el destino se encarga de llevarse lo más preciado, lo más valioso para un hombre cuya existencia se ha basado en la construcción de una vida como la suya, hay robos de los que ya no se puede recuperar.
Siempre fue temeroso y desconfiado, nunca permitió que nadie entrara a su casa, debido a que ahí en el cuarto que estaba al fondo y al cuál no se podía llegar tan fácilmente, guardaba su tesoro más preciado, monedas de oro que había comprado a lo largo de su vida, al inicio una por año, después fueron más y más, cuando entró a trabajar en el gobierno se duplicaron y al final tuvo tantas como quiso, no le interesaba nada más que sus monedas, parecía un duende de televisión obsesionado con el brillo de cada una de estas, sólo tres las había sacado de su contenedor de plástico, las demás seguían acumuladas en montones.
Los compañeros del trabajo se preguntaban en qué gastaba su dinero, porqué nunca quiso salir con ellos, nunca lograron verlo gastar más allá de lo necesario y tampoco pudieron verlo vestido de manera diferente que no fuera con su pantalón de vestir, camisa y saco. Eran tres los sacos que tenía, a veces dudaban que los mandara lavar seguido, en fin el compañero que una vez llegó como empleado, luego se convirtió en jefe, llegó a director y al final logró uno de los puestos claves en la administración pública, sin embargo nunca tuvo ganas del poder, sólo trabajaba para quién sabe qué hacer con su dinero.
Aquella noche entraron a robar, los ladrones seguramente no sabían lo que se iban a llevar. Los ojos se debieron desbordar al ver el gran botín, sin duda fueron muy profesionales, no tomaron nada más que las monedas, supieron que eran suficientes como para atreverse a llevar alguna baratija más.
Después de todo, sólo se echó a la cama, hace tiempo que se había retirado de la vida pública, hace tiempo que había dejado de trabajar, y el dolor de esa pérdida simplemente fue insuperable.