IGUALDAD SUSTANTIVA, EMPODERAMIENTO EFECTIVO
Hace seis años las Naciones Unidas presentaron su artículo “Mujeres en la música, silenciadas por la desigualdad de género” en el que expresa la profunda desigualdad de género que existe en la industria musical debido al patriarcado estructural, especialmente en el ámbito de la música clásica, donde las mujeres enfrentan discriminación, subvaloración con respecto a sus colegas de género masculino, y brechas salariales.
A propósito del “Día del Músico”, celebrado en México el día 22 de noviembre, se puede decir, que a pesar de que muchas mujeres en el mundo, como Lucía Caruso, han logrado destacarse en sus carreras, siguen siendo minoría en puestos de poder, composición, dirección y producción, con cifras alarmantes mostrando que solo entre el 2 y 3 por ciento de las compositoras trabajan en la industria del cine y la música clásica, y que en países como Estados Unidos apenas el 15 por ciento de las discográficas son propiedad de mujeres.
La discriminación se manifiesta en diversas formas: obstáculos para acceder a oportunidades, sexismo, acoso sexual, salarios inferiores e invisibilización de sus aportes, la historia evidencia que esta desigualdad no es nueva, compositoras como Hildegarda de Bingen o Francesca Caccini han sido olvidadas o minimizadas, y figuras como Clara Schumman solo alcanzaron reconocimiento gracias al apoyo de sus parejas o a circunstancias específicas.
Aunque en la actualidad hay un aumento en la presencia de mujeres en la música, su participación y reconocimiento siguen siendo limitadas, la falta de representación en los escenarios, en las instituciones y en posiciones de liderazgo refleja un problema sistémico que también se vincula con modelos patriarcales y desigualdades culturales.
Experiencias de desigualdad y discriminación que enfrentan las mujeres en la industria musical, especialmente en la música clásica y la composición se hacen presentes con los siguientes testimonios.
Lucía Caruso comparte que desde niña improvisaba melodías y soñaba con una carrera musical, pero nunca pensó en la marcada desigualdad de género en la industria, también comenta cómo muchas mujeres desconocen la magnitud de la desigualdad en la música, y que solo al participar en festivales o en la industria del cine se empieza a notar la falta de representación femenina en composiciones y dirección musical; ella resalta que, aunque en los últimos años ha habido avances, la desigualdad sigue siendo grave y evidente, en cifras y en la poca visibilidad de las mujeres en la historia musical.
Jane Merryl relata que ha sido víctima de sexismo durante décadas, enfrentando salarios inferiores y dificultades para que su nombre apareciera en sus obras; desde niña, le dijeron que debía comportarse como un hombre para ser aceptada en orquestas, y actualmente en las principales orquestas de EE.UU. sólo una está dirigida por una mujer, reflejando una discriminación persistente en los espacios de poder.
Verónica Sabbag recuerda que, a pesar de la existencia de muchas mujeres compositoras, éstas permanecen en la sombra, ella señala que la falta de reconocimiento no se debe a la ausencia de talento, sino a barreras culturales, oportunidades limitadas y prejuicios históricos que han invisibilizado a muchas creadoras a lo largo del tiempo.
Estas vivencias muestran que las mujeres en la música enfrentan sexismo, desigualdad salarial, falta de oportunidades, invisibilidad en la historia y en los espacios de decisión, y prejuicios culturales que dificultan su reconocimiento y participación plena en la industria, sin embargo, también se evidencia un movimiento creciente de resistencia y lucha por la igualdad, con voces que comienzan a ser escuchadas y acciones para cambiar esta realidad.
Para abordar esta disparidad, se proponen soluciones como cuotas de género, audiciones a ciegas y mayor inclusión en todos los niveles de la industria.


