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Hidalgo
martes, abril 1, 2025

Desde las entrañas 

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PEDAZOS DE VIDA

Todavía recuerdo la ilusión que te daba operarte la nariz, las veces que te vi desde el otro lado del espejo, agarrando tu nariz respingándola con el dedo, tratando de imaginar cómo se vería operada, la satisfacción que vino después de tantos días de haber estado vendada, hinchada y en recuperación, el agrado con el que recibías los halagos de la gente que vino a visitarte. 

Así comenzó el camino, y aunque era raro que un hombre se operara la nariz, la verdad es que fue tu primer acierto, la vida no fue igual, y tuviste entre tus brazos al chacal de la carnicería, y lo tuviste en tu cama, y así como lo tuviste también se fue, tu nariz se hizo algo común, dejó de ser protagonista y para todos fue normal, incluso gente que no te conocía veía solo alguien más con una nariz afilada, como si formaras parte de la población que nace así. 

Cuando vinieron las nalgas, otra historia se comenzó a contar,  el desfile de cuerpos que una vez extasiados se levantaban, me miraban desde el otro lado para mirarse a ellos, fue una historia repetida, tiempo sin saciedad, hombres de una o dos noches, hombres que llegaron por un momento y después se fueron, bestias que comieron un trasero redondo y perfecto, que provocaron el deseo aferrándose a tu cintura y que después se fueron. 

Todavía recuerdo el olor a cigarro, alcohol y otras sustancias que quedaban impregnadas en tu ropa, los amaneceres después de las fiestas, allá donde reinabas al inicio, cuando eras el trofeo más preciado que un hombre pudiera obtener, después, otra vez, esas nalgas se hicieron comunes, la gran mayoría de los brazos y labios que habías deseado,  los habías tenido y ahora ninguno estaba ahí. 

¿Recuerdas el horror que te provocó ese primer mechón de cabellos perdidos? ¿La frente que crecía para provocar tu tormento? ¿Recuerdas todo lo que tuviste que hacer para poder pagar los injertos y que al final, tu cabeza luciera como siempre había lucido? Sin duda, fue un renacer, volviste a ocupar el trono al que te llevó tu nariz, el mismo que recuperaste con tus hermosas nalgas, el trono que se alejaba con la reciente amenaza de quedarse sin pelo…

Tuviste nuevamente pelo como hombres en tu vida, y al final estás aquí sentado frente a mí, mirándome mientras te  miras, sin saber, sin haber entendido nunca que debiste sembrar hacia dentro, que afuera todo se acaba, que no hay cirugía que pueda sobrevivir a la vejez del cuerpo, que el tiempo no perdona. Estás aquí contemplando tus arrugas, viendo tu cuerpo decaer, pensando en incrementar el tiempo de gimnasio y  en el botox que seguro no tarda en llegar, mientras tus entrañas se secan sin remedio. Nuevamente despertarás y quizá tengas a un lado algún cuerpo, un hombre de placer efímero que no se quedará, uno de esos que verá todavía con buenos ojos tu figura pero que al igual que los otros, quedará aterrado con lo que surge desde tus entrañas. 

Te equivocaste de reino, te equivocaste de vida y mientras piensas en los arreglos que vendrán, ya comienzo a ver tu muerte, no cualquiera tolera verse derrotado después de haber creído que tenía un lugar asegurado en la cima.

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