RELATOS DE VIDA
Por seis meses luchó con las pocas fuerzas que le quedaban, tenía fe en que ese no era su fin, pero a su alrededor todo era muerte y desesperanza.
Roberto trabajaba en la construcción, o al menos, es a lo que se dedicaba hacía medio año, disfrutaba lo que hacía, y agradecía por la oportunidad de trabajar y llevar el alimento a su casa.
Don Robert, como le llaman en cada obra, es el alma del trabajo, siempre lo han visto gustoso, alegre, sin temor, y con mucha experiencia que no duda en compartir con todos sus compañeros, principalmente con los jóvenes.
Justo en uno de esos días en los que platicaba con uno de sus compañeros más jóvenes, tuvo un descuido al momento de hacer la instalación eléctrica, y recibió una descarga que lo dejó tirado en el piso, con quemaduras que a simple vista se veían de consideración.
Los doctores, seguraban que por el tipo de quemaduras, seria dificil que sobreviviera al accidente, por lo que los familiares y amigos, trabajaban en la idea de no volverlo a ver, aunque mantenían la fe de poder disfrutar de su alegría otra vez.
Habían pasado cerca de cinco meses, cuando recobró el conocimiento, y entre el ruido del hospital, alcanzó a captar la voz de su esposa, que preguntaba por el avance médico, y también la voz de un hombre que le respondia que no había muchas esperanzas.
Fue ese momento que lo hizo abrir los ojos y empezar a balbucear, para llamar a esa mujer que se notaba preocupada y demostrar que estaba vivo, y que no pensaba quedarse postrado en esa cama que albergó su cuerpo por mucho tiempo.
Fueron las ganas de seguir adelante y pasar más años con su mujer, lo que lo impulsaron a terminar de recuperarse en un mes más, y aunque salió en silla de ruedas porque su cuerpo estaba atrofiado, con el paso del tiempo recobró la movilidad.
Cuando contaba la historia, nadie podía creerle a Don Robert que siguiera vivo, y aún trabajando en la construcción, sin miedo, como si nada le hubiera pasado, porque mantenía firme su alegría y fe.
Desde entonces combinaba su rutina laboral, con acciones altruistas, visitando zonas vulnerables, Casas de Día para adultos mayores y encaminando jóvenes por el buen camino, sabía que su misión era ayudar a la gente, por eso una descarga eléctrica no podía quitarle la vida, ni las ganas de servir a sus semejantes.