LUZ DEL PENSAMIENTO
Cuando se afirma que la democracia está en peligro siempre es recurrente hacerse a la idea de su suplantación a través del autoritarismo. Siempre consideramos que si la democracia cae vendrá su negación con ayuda de las oligarquías o la dictadura. Tendemos a pensar que solo es así como una democracia se acaba. Pero nuestra realidad tardomoderna nos muestra un panorama bastante diferente a lo que pensábamos, la realidad se arrastra hasta nosotros para demostrarnos que las cosas no siempre van a pasar como pensamos que ocurrirán. Trump ha ganado las elecciones en Estados Unidos, tras una avalancha de incertidumbre geopolítica, algo que era de esperar ha ocurrido; sin embargo, esta victoria tiene sus matices y nos demuestra una vez más lo diferente que ha sido la construcción de la política en este país a comparación de México y el continente latinoamericano. Totalmente distinto, a como se hace en el resto de las democracias en el mundo, es sabido que en Estados Unidos no precisamente gana el candidato con más votos, aunque suene burdo, allá realmente algunos votos valen más que otros. Para empezar, su elección no es precisamente directa, se elige a un colegio electoral, es decir, los votantes eligen “electores”. Pero, dicha cantidad de “electores” varía en cantidad de acuerdo a la población de cada estado. Por ejemplo, si este modelo se replicara en este país el Estado de México, la CDMX, Jalisco, Veracruz y Puebla serían estados cuyos votos “valdrían más a comparación de los demás”; mientras que Tlaxcala, Nayarit, Campeche y Colima tendrían una capacidad de decisión y participación política disminuida. Además de esto, las elecciones americanas tienen una singularidad bastante notable a comparación de otros países. En el resto del mundo es común que las campañas políticas sean pagadas con recurso público, mientras que allá estas campañas son pagadas con el dinero del candidato y de las asociaciones que este tenga. De buenas a primeras esta idea parece excelente, evitar ese gasto producto de los impuestos y recibir íntegramente todo ese dinero que es mal gastado en años electorales. Pero haciendo cálculos reales de cuánto nos ahorraríamos sería muy poco. En 2023 el INE asignó, del erario público, cerca de 6 mil 233 millones de pesos para las campañas políticas. Según El Economista, en 2024, se asignaron a las elecciones cerca de 10 mil 444 millones de pesos. Basándonos en estos datos podemos decir que —variando por la inflación o la cifra específica que asigne el INE en cada año— si en México el sector privado financia las campañas, los mexicanos podríamos ahorrarnos en las elecciones cerca de: 47 a 80 pesos. Esta cantidad en nuestras manos no sería de demasiada ayuda y menos rendiría o haría una diferencia en los gastos particulares anuales.
Para muchas personas —con una mentalidad con rasgos muchas veces clasistas—sería bueno que más allá de que los votos se basen en colegios electorales en México, mejor valiesen según el PIB per cápita que aporta cada estado. Nuevamente, las apariencias engañan, en un ejercicio simulatorio, la página: “política en corto” tomaría los resultados de la pasada elección presidencial y aplicaría este método. Y no serían los modernizados estados de Nuevo León, Jalisco o Querétaro los que tomarían la decisión final, sino Campeche, en esta simulación por su alto PIB per cápita le corresponderían 34 votos de los 300, teniendo en cuenta que el segundo distrito con más votos electorales sería la CDMX con 22. En esta simulación, donde en lugar de que los puntos electorales sean a través de población y sean mejor por aportación al PIB nacional nos mostraría que en las pasadas elecciones Sheinbaum hubiese ganado contra Xóchitl en un 290 contra 10. Y si fuese idéntico al sistema de Estados Unidos serían 618 votos contra 10 respectivamente, y el ex candidato Máynez no habría ganado ningún voto electoral. Puede parecer una buena idea dejar que sectores privados financien las elecciones o que el valor de los votos sea determinado por el PIB per cápita que aporta cada estado al país. Sin embargo, en esta simulación la oposición al oficialismo sigue sin ganar; pero a pesar del partido que gobierne en turno, esta decisión y sistema electoral sigue siendo peligrosa medida para cualquier tipo de democracia.
El escritor Aldous Huxley, en su obra maestra “Un Mundo Feliz” nos demuestra que en la época de la tecnología avanzada es más fácil que la ruina espiritual provenga de un enemigo con una cara sonriente que de uno cuyo rostro exuda sospecha y odio. Algo muy similar ha pasado en las elecciones americanas; porque no desde las sombras, sino desde la luz de las redes y el discurso público, Trump ha tenido un gran mecenas: Elon Musk, para muchos un genio, para otros un charlatán. Este millonario durante las elecciones siempre tuvo a su favorito, tal vez al inicio aparentó ser neutral, pero ya la noche del pasado martes 05 de noviembre este se reuniría con Trump en una cena esperando por los resultados de la contienda. Muchos adjudican la victoria reciente de Trump a sus pasados atentados, ya en su momento advirtieron algunos analistas políticos que, en Estados Unidos, los atentados mortales a sus candidatos son peligrosamente comunes. Si bien ayudó un poco, no fue suficiente, otro factor también considerado es el alza de posturas misóginas en jóvenes votantes, igualmente lo ha sido el desequilibrio interno en el partido causado de retirar a Biden y lanzar a Kamala a mitad de contienda. Sobre estos factores ha predominado un papel económico. Las condiciones económicas de los Estados Unidos han repercutido en la canasta básica del ciudadano promedio, condiciones producto de la postpandemia. Pero esta victoria arrasadora tiene un profundo sostenimiento en el apoyo de Elon Musk. Antes de las elecciones, el hombre más rico del mundo, retiró sus obras y proyectos industriales en México y Argentina por el rumor de la victoria de Trump y disminución de impuestos, además; junto a su capital se llevó a muchos otros inversores de su lado, incluyendo votantes con cargos empresariales que apostarían por un lado ganador para sus intereses. Algo curioso es que si bien el partido republicano menciona ser de derecha, se encuentra con Trump, un personaje que no es del todo querido por su propio partido, pues las posturas de Trump tienden más a fortalecer el Estado, medidas proteccionistas y disminuir el libre mercado con el extranjero aumentando aranceles. Muchos analistas consideran estos años como los de la decadencia del imperio, la hegemonía de EEUU aún está lejos de desaparecer y aun para sus compañeros fronterizos, pero hay ya en esta sociedad un problema bastante grande con la politización, es recurrente en redes sociales un video viral donde una chica explota con su novio por llamada y termina con él por votar por Trump. El nuevo mandatario aseguró su victoria con ayuda de las clases altas, los bancos y algunas empresas de la bolsa, pero también por parte de las clases bajas, es irónico que un candidato de derecha sea cercano con el voto de los trabajadores y los migrantes, pero así fue. Para muchas comunidades norteamericanas y migrantes las medidas del partido republicano son mucho mejores que las del partido demócrata para sus bolsillos. Algunos consideran que los americanos han votado con la cartera —de hecho, cualquiera lo hace— pero para un país que nunca había conocido la inflación, cuya canasta básica no está subsidiada como la nuestra y sufre problemas económicos de golpe, claro que la decisión está hecha.
Algo peor que una dictadura es una democracia podrida, una que realmente no representa decisión o participación real. Cuando una democracia es solo poder para tomar decisiones fuera de nosotros y pequeños grupos de poder, no puede hablarse de una participación o voz real. Para el caso concreto de México, ¿deberíamos asustarnos por esta victoria? No realmente, si bien Trump y su partido tienen un poder completo y podrían modificar al T-MEC a su gusto y tomar medidas más restrictivas con el país y los migrantes, es necesario tener en cuenta que en su anterior mandato no tomó en serio sus antiguas y escandalosas posturas de campaña. México y EEUU tienen una relación codependiente y no es fortuito para el país de las estrellas y las rayas afectar al suelo mexicano.