RELATOS DE VIDA
Caminaba con dirección hacia la despachadora automática de agua que estaba instalada a una cuadra de su casa, en la mano portaba el garrafón vacío que en pocos minutos estaría lleno por unos cuantos pesos.
Era su primera vez con esa máquina, pero pensaba que las instrucciones que seguramente tenía a la vista, le ayudarían a realizar la compra del líquido sin complicaciones, con la ventaja que se ahorraría más del 50 por ciento si hubiera adquirido el producto de marca.
Ya en el lugar leyó rápido las instrucciones, solamente tenía que colocar el recipiente con la boquilla hacia abajo para que fuera lavado de manera gratuita y una vez concluido el proceso volver a voltear el envase para que comenzara el llenado.
Colocó los 10 pesitos en la ranura de la máquina y el garrafón, enseguida presionó el botón de iniciar, pero para sorpresa el agua comenzó a caer de arriba y no de la parte de abajo, había entendido mal el proceso.
Omitió presionar el recuadro que decía enjuague para después voltear el envase e iniciara el llenado, el agua escurría y caía al piso, mientras presionaba todos los botones para cancelar el proceso, pero nada lograba frenarlo, en tanto el líquido se seguía desperdiciando hasta que la máquina se pausó, había tirado 20 litros de agua.
Además del derrame, la tragedia consistía en que no traía dinero para iniciar nuevamente el proceso, ahora sí, de manera correcta; con la decepción desbordada por no haber entendido el procedimiento regresó a casa por más efectivo.
Después de unos minutos, a escasos metros de llegar al lugar del desastre, observó a un grupo de perros callejeros disfrutando del líquido derramado, pasó entre ellos para reiniciar el llenado del garrafón y mientras se hacía correctamente, se detuvo a vislumbrar que su metida de pata fue un regocijo para los canes sedientos.
Al culminar el proceso, tomó el recipiente y regresó a casa con la decepción olvidada, y en su lugar, la alegría de haber ayudado a los perros a refrescarse.

