Un adulto responsable
“Con la paciencia del mar esperaré, toda
una vida, a que sane la confianza”
Volver a comenzar – Café Tacvba
Entre más grande me vuelvo más entiendo el por qué las personas suelen “llevar agua a su molino” y nada más, por qué las personas que antes daban todo, hoy se han vuelto un poco más apáticas, o, en el peor de los casos, se apagaron por completo. Y aunque me cuesta un poco reconocerme dentro de ese club, ahí he estado en bastantes ocasiones.
Poco a poco las groserías, la falta de conciencia y de agradecimiento han hecho que las personas con las mejores intenciones se vuelvan más cautos a la hora de ayudar, de colaborar o de simplemente mostrar la calidad humana que tienen dentro de cada uno. Nos hemos vuelto más huraños y poco creyentes en la palabra de los demás.
¿Todavía hay entre tus amistades alguien que no cobre alguna salida o que te invite un boleto, una ronda de cervezas o tu pasaje sin andártela cantando después? ¿Todavía está ahí o ya se cansó de la ingratitud y decidió empezar a cobrar todo parejo porque nomás vio que el asunto no era recíproco?
¿Todavía cuentas con tu herman@, que te llevaba a todos lados, que te invitaba algo de la tienda o que te esperaba para ver una serie en la televisión o se cansó de que adelantaras capítulos tu sol@ y de que no fueras capaz de invitarle un taco la primera vez que tú llevaste algo a la casa?
Y así hay cientos de ejemplos en los que la persona se cansó de hacer lo que no era su obligación o de dar el extra en su día a día porque no se encontró con el grupo de gente que haría lo mismo cuando él o ella lo necesitaran o que se confundieron y llegaron a pensar que ese era su deber.
En la película “Cadena de favores”, Trevor creyó que su idea podía trascender fronteras y llegar muy lejos, y afortunadamente no se equivocó, aunque ya no tuvo oportunidad de verlo, su labor altruista tuvo una recompensa. (Por cierto, 25 años de esa película y se sigue sintiendo actual).
Ojalá que nuestros entusiastas personajes no se cansen de ayudar, de encontrar la forma de colaborar, de hacer de la amabilidad una costumbre, que puedan seguir dando con los brazos abiertos y que la buena vibra que transmiten sea eterna.
Espero sinceramente que, como personas civilizadas y modernas, no nos olvidemos de ser agradecidos, de notar el esfuerzo que los demás le dan a sus trabajos, ocupaciones o a la vida en general, que no seamos nunca la razón por la que alguien dejó de brillar.
Y que los que se sintieron traicionados por nosotros o sin deseos de seguir ofreciéndonos su mejor versión, puedan llegar a perdonarnos.
Es difícil dar segundas oportunidades y todavía lo es más trabajar para que no ocurra el mismo error por el que nos arrepentimos y pedimos una disculpa, pero no queda de otra. De eso se trata ser humano, de seguirse levantando tras la adversidad y encontrar la forma de volver a luchar por nuestros sueños.
“Si volviera a comenzar, no tendría tiempo de reparar” dice la canción de los Tacvbos que acompaña esta columna, pero si la vida, que nos pone los golpes más duros, nos da otra oportunidad con cada nuevo amanecer, ¿quiénes seríamos nosotros para no dar un poquito de empatía o amabilidad a nuestro prójimo? ¿Para perdonarnos y perdonar a otros?
Es verdad que la gran mayoría de las personas con gran tenacidad para ayudar es porque han sufrido bastante, ojalá eso no nos pase antes de volvernos una persona de fiar, y si hemos perdido el camino, siempre habrá una forma de retomarlo.
Nota: Espero que llegue el día en que no necesitemos segundas oportunidades, porque querrá decir que la primera la aprovechamos al máximo.