Un adulto responsable
“Su carácter loco me fascina
Es muy sensible como una gelatina
Es original y diferente
Una combinación entre dulce y exigente”
Como una gelatina – Alacranes musical
El otro día, mientras escuchaba la radio, la Doctora “Chayo” Busquets hacía una reflexión sobre cómo la toma de decisiones se parece a una gelatina y que la templanza vendría a ser la grenetina. Básicamente se refería a que uno no debería dejar su gelatina demasiado dura porque sería incomible, pero tampoco muy blanda porque sería difícil de servir y disfrutar.
Explicó además, de modo elocuente, que la gelatina bien elaborada tiene cierta flexibilidad y que al tomar un trozo se mueve un poco, pero con el paso del tiempo vuelve a su estado original.
Lamentablemente tenía cosas que hacer en ese momento y no pude seguir escuchando, pero la analogía me dejó pensando en el hecho de por qué la templanza es para mucha gente una cualidad invaluable. Por ejemplo, para los cristianos es una de las cuatro virtudes cardinales (junto con la prudencia, la justicia y la fortaleza). Todas las demás, dependen de estas cuatro para florecer.
Ocurre lo mismo con la filosofía clásica, pues Platón y Aristóteles la definían como moderación y era una de las virtudes “fundamentales para alcanzar el conocimiento y la vida buena”, aunque para ellos la virtud suprema o “bisagra” era la justicia, pues implicaba el equilibrio entre todas las demás.
Y es que tomar decisiones es difícil, ponderar lo es también, pero llegar a la asertividad lo es mucho más. Por eso hacer de la templanza una virtud en la vida cotidiana es un gran reto, pero necesario para cumplir con nuestros objetivos de cada día.
Mientras reflexionaba acerca de ello, recordé un capítulo de “Malcolm in the middle”, en el que Hal debe tomar una dura decisión y revela que hace mucho que no las toma siquiera, y ello le provoca hasta parálisis de la cintura para arriba, provocando una serie de acciones muy graciosas.
Pero si uno va más allá de pensar solo en el humor, puede darse cuenta que hay decisiones que se pueden tomar en frío y otras tantas que no necesitan pensarse tanto; y me parece increíble que eso dependa de cada persona: “¿qué desayunar hoy?”, “¿qué marca de celular usaré?» “¿estoy realmente donde quiero estar”, “¿de verdad estoy dispuesto a compartir mi futuro con esta persona?”, son preguntas catastróficas para gente que conozco y pan comido para otras tantas.
He visto que mucha gente lleva una vida llena de gelatinas duras, no aceptan nunca un consejo, toman decisiones siempre pensando en sus propios intereses y son firmes en lo que quieren. Puede que sean tachados de egoístas y de poco sociables, pero les funciona, por eso lo han hecho así.
Por otro lado, conozco a personas a las que nunca les cuaja la gelatina, que tienen buenas intenciones pero son incapaces de llevar a cabo acciones que den a conocer esos pensamientos, que la grenetina los abandonó y decidieron que el puesto de mando lo llevara otra persona. Pero increíblemente, también esa forma de vivir es funcional para ellos.
El modelo ideal de “cuajado” no lo veo tan seguido, hay tanta gente que toma decisiones de manera visceral (ahí me incluyo yo) y otros de manera pasiva, supongo que en el mundo repostero no a mucha gente le sale la gelatina perfecta muy seguido, pero para eso sirve justo la grenetina y la templanza, para mañana volverlo a intentar.
Nota: Oscar, el jefe de información de este periódico, recomienda siempre el libro “El arte de la guerra” antes de tomar una decisión importante, algún día le haré caso y leeré el texto de Sun Tzu.