RETRATOS HABLADOS
Debo insistirle a usted que me lee: ni los tiempos pasados fueron mejores que los presente, ni los presentes mejores que los pasados.
Hemos vivido una realidad hasta complicada de entender, tal vez solo cercana a la que veía el obispo irlandés, George Berkeley, y que al final de cuentas desemboca en una duda constante. Porque han desaparecido los espacios concretos para hacer comparaciones que sean ajenas a los fanatismos de un bando o de otro.
Si unos fueron peores y otros, menos peores, resulta complicado caminar hacia algún lugar bajo esos esquemas.
Pero resultaría lamentable que, luego entonces, lo mejor sea navegar sin rumbo alguno, incluso con una dirección inobjetable hacia la perdición. Porque cuando se asume el poder, para asegurar que antes todo era un verdadero lago de fango, de podredumbre, se ampara todo el futuro en que se reconozca ese fracaso absoluto de los que se fueron
Y así, lo sabemos, no se llega a ninguna parte, o por lo menos se asegura que los que hoy aplauden ese discurso, sean cadáveres cuando el cambio de la revolución de terciopelo sea un hecho, lo que con frecuencia es un sueño.
Erigimos figuras de bronce a lo largo de siglos. Figuras sin emoción que hablaban ex cátedra (inspiración divina) hasta para pedir sus alimentos, y así nos espantó la imagen real de un presidente Juárez, con todos sus errores, y por supuesto con los aciertos que lo catapultaron para ser la imagen de todos conocida.
Pero no fue así, y nunca será así. Y qué bueno, porque también fueron humanos, igual que cualquiera de nosotros. De tal modo que exigirle perfección es un despropósito y una hipocresía.
Y si seguimos por ese camino, es obvio que no iremos a ninguna parte.
Porque el que se va, sabe que no fue perfecto, que nunca lo fue, y llevará sobre sus espaldas, si no la cárcel, sí cuando menos el oprobio absoluto por su incapacidad. El juicio, así es la moda actual, es que no tuvo un solo acierto, que fue un fracaso absoluto. Y no es cierto.
Igual que los que hoy tienen el poder no son perfectos, pero tampoco errados al 100 por ciento. No. Nunca ha sido así. Y en hacer una evaluación sin fanatismos, sin la intención de sacar provecho para cubrir sus propios yerros, a partir de hundir hasta el fondo al que ya no está, es patético.
Cada gobierno federal, estatal e incluso municipal, debe tener algo rescatable, una obra cuando menos que merezca su mantenimiento para no empezar de cero.
Esa es la sabiduría que deberá dar la historia del poder en un país como México: no podemos, no debemos empezar de cero cada sexenio. Sí está claro, de una justicia que mande a la cárcel a los corruptos, pero nunca de la destrucción de todo, para que la firma del nuevo creador de futuros, sea la única que quede.
Debe existir, sin duda, una Secretaría para el Mantenimiento de lo Rescatable, al igual que la que busca restituir lo robado. Porque tanto roba el que se convirtió en un corrupto de primera, como el que no le da mantenimiento a obras que sí funcionaron, pero que las deja pudrirse porque así conviene a sus intereses políticos.
Véalo con atención: vale la pena rescatar, rehabilitar, lo que sí se haya hecho bien. Porque se ahorra mucho dinero, y se muestra una cara única y vital del poder que es aplicado con inteligencia y sincero interés por cuidar el dinero de la ciudadanía.
Mil gracias, hasta mañana.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mx
X: @JavierEPeralta