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Hidalgo
domingo, septiembre 7, 2025

Cuando el diálogo se convierte en ruido…

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Pido la palabra

¿Cuándo será el día que, en lugar de manotear, nos pongamos a analizar nuestras diferencias y con ello lograr acercamientos?

Muchas interrogantes y ninguna respuesta; todos culpándose de la situación de violencia que impera en la República Mexicana; diálogo de sordos que no produce ninguna solución; los políticos, utilizando el río revuelto para sacar ganancia; los opositores al gobierno, presionando sin cesar; los Gobiernos de los tres niveles, a veces me da la impresión de que están arrinconados con una mezcla de prudencia y miedo.

Mientras el cenit de la lucha sea el poder, resultará prácticamente imposible lograr acuerdos de doble vía; todos querrán tener o mantener el control que, en palabras lisas y llanas, representa estar a cargo del poder económico y político, hacer y deshacer, mandar e imponer la voluntad, ampliar y fortalecer su ámbito de influencia; nadie suelta el poder sin dar una cruenta lucha que terminará por debilitar la estructura que se defiende con uñas y dientes.

La historia que estamos viviendo y escribiendo los mexicanos quizá está llena de tramas urdidas en lo oscurito por sediciosos y conspiradores profesionales, quienes hacen de la agitación un suculento negocio personal, no necesariamente es dinero como pudiese pensarse en principio; la ganancia en estos tiempos también se capitaliza en poder político, en control social de gente desesperada que es peligrosamente manipulada por profesionales de la mentira y la sedición.

Es preciso hacer notar que los actos de fanatismo irracional, en muchos casos están estrechamente vinculados con intereses mezquinos de grupúsculos cuyo único objetivo, así lo refiere la historia, es proteger intereses particulares y no sociales.

Pero hasta hoy, los protagonistas del conflicto no han sido capaces de presentar una faceta propositiva; para los detractores profesionales es más fácil destruir que construir; es más sencillo alimentar un sentimiento de animadversión en esas masas para crear un ambiente adecuado para justificar sus acciones sediciosas.

Pero los profesionales de la agitación se cuidan bien de no ensuciarse las manos; pues en una combinación de astucia y cobardía, avientan por delante a mujeres y niños, usándolos como carne de cañón, esperando que algún nervioso tire la primera piedra y con ello, enarbolar una nueva bandera, la de la represión social; no importando que la sangre derramada haya sido motivada por la esquizofrenia de su ambición; habrá golpeados, habrá golpeadores; luego entonces, el manipulador obsesivo habrá conseguido parte de su objetivo: victimizar al movimiento que encabeza; aunque no haya sido su sangre la que corrió.

En la lucha por el poder el tema de controversia será lo de menos, cualquier tema es bueno para buscar ganar el capital político; la gente, los simpatizantes, solo somos una pieza de ajedrez en el tablero de las ambiciones personales de los iluminados; jacobinos o girondinos, izquierdas o derechas, liberales o conservadores, leales o vende patrias; en esencia no hay diferencia entre unos y otros, quizá las formas cambian, pero al final, todos buscan lo mismo: el poder económico y político.

La política ha sido deshonrada por los secuestradores de la democracia, quienes no buscan conciliar voluntades y diferencias, solo saben arrebatar; la premisa de la ley del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, es solo un sofisma en manos de los profesionales de la intolerancia, quienes no saben escuchar sino a sus propios intereses.

No permitamos que los manipuladores sociales sigan envenenando nuestra voluntad; es inobjetable que habrá posiciones políticas que no sean de nuestro agrado, o que en verdad éstas lleven razones ocultas que a la larga desvirtuarán las posturas enunciadas; pero en nuestro estado de derecho nos hemos establecido los caminos para dirimir esas diferencias; no es la violencia social la ruta que conviene a millones de mexicanos; son los hechos y no las palabras; son las instituciones y los mexicanos los que debemos construir nuestro futuro.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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