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Cosas de rutina

Ana Luisa Vega
3 Min de Lectura
Ilustrativa

RELATOS DE VIDA

Salió contento de casa, por fin su carro tendría zapatos nuevos luego de mucho tiempo andando con los dedos, o más bien, con los alambres de fuera; se dirigía a la llantera para hacer esa renovación que tanto le hacía falta.

Al llegar al lugar, hizo la solicitud y el pago correspondiente, pasó a la estancia de espera, se preparó un café y se sentó para observar orgulloso, como su pequeño guerrero y compañero de viajes, por fin tendría llantas nuevas para nuevas aventuras.

La espera fue breve, poco más de 20 minutos, recibió la señal de que habían concluido y la indicación de que podía llevárselo; subió a la unidad y aún más feliz que al principio, inició su camino rumbo al auto lavado, para que luciera aún mejor.

En esta ocasión fue cerca de 30 minutos la espera, en la que también disfrutó de un café, para después observar la belleza de su carro, que ha sido testigo de tantas situaciones, y emprender nuevamente el recorrido, pero ahora hacia una comida del trabajo.

Pero fue justo a la mitad del trayecto, cuando inició una lluvia torrencial, que impedía una visibilidad clara del camino y que incrementaba el coraje por haber tomado la decisión de llevarlo a lavar, sabiendo que existía la posibilidad de que se registrarán precipitaciones.

Sin embargo, trató de minimizar el coraje, recordando que por fin traía llantas nuevas, pero justo cuando los niveles de estrés disminuían, escuchó un fuerte golpe y algo parecido a una explosión, y el consecuente sonido de una llanta ponchada; se orilló y antes de bajar a revisar, trató de ser positivo y pensar que solo había sido la caída en un bache, pero sin consecuencias,  lastimosamente la rueda estaba completamente desinflada y presentaba un orificio con una dimensión de casi dos dedos.

No lo podía creer, inmediatamente sus niveles de estrés y enojo se elevaron drásticamente, mentó madres lo más que pudo, principalmente al presidente municipal y de paso al gobernador, lo hizo hasta que se cansó, en tanto hacía el cambio de la llanta bajo una lluvia torrencial.

Al terminar decidió ya no ir a la comida, regresó a casa, mojado, enojado, desconsolado y preocupado, porque ahora tendría que comprar otra llanta; después de un baño, ya más calmado, hizo cuentas para salir temprano a comprar una rueda nueva, y agradeció que el incidente no había causado un accidente trágico, además se convenció que con el estado de las calles, al final eran cosas de rutina.

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