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Con todo, y pese a todo, siempre será tiempo para amar

Javier Peralta
4 Min de Lectura

LAGUNA DE VOCES

La mejor y más seria oportunidad que tendremos en la vida se reduce a los minutos, las horas que conforman un solo día. No hay más, porque por lógica simple y la frecuencia con que sucede, estamos a merced del azar y la necesidad que planteaba Demócrito.

Jacques Monod, biólogo francés, adelantó su propia interpretación cuando señalaba: “la antigua alianza se rompió; el hombre sabe que está solo en la inmensidad indiferente del Universo, de donde apareció por casualidad. Ni su destino ni sus obligaciones están escritos en ninguna parte”.

El día de hoy es suficiente para intentar todo, y sin duda es posible indagar por tantos caminos como dudas se tengan de la existencia misma. Sin embargo se mantiene el amor como la premisa esencial para otorgarle la necesaria magia a la vida, sin la que acabaría en ese destino inexistente por no aparece en el libro de la sabiduría.

Ser amorosos puede ser el azar que planteaba Demócrito, y su propia necesidad nutre el constante movimiento del mundo, la certeza de que, con todo, tal vez en algo le interesamos a ese indiferente Universo.

Recuperar el amor, volver a sentirlo, saber que es imposible vivir sin que toque la fibra más íntima del corazón, esa que mueve los brazos, las piernas, cierra y abre los ojos, nutre la serena imaginación con que miramos el cielo, es la tarea más importante que regularmente olvidamos.

Nunca como hoy estoy cierto que además de ligamentos, rótulas y músculos, es algo más lo que mueve el raquítico esqueleto que nos cargamos pasados los 60.

Aprender a utilizar de nueva cuenta una parte del cuerpo es posible sin duda alguna, pero recuperar la necesaria alegría para hacerlo, y volver a marcar rumbos, esperanzas, -todo eso que nos hace sobrevivir a la vida-, solo puede ser posible a partir del amoroso amor, que con o sin destino, cumple la ruta única y vital de la alegría.

Debiera haber por eso Centros de Rehabilitación para el Corazón. Igual que aquellos donde acudimos para que con electricidad y ultrasonido, permitan que un ligamento roto vuelva a tomar forma, a encontrar el camino ascendente hasta unirse con su par, diría su destino.

A lo mejor con fomentos y sonidos de baja, bajísima frecuencia, es posible que corazones aletargados, moribundos,- incapaces de latir con la fuerza que implica volver a vivir-, pueden salir de ese estado de incapacidad para sentir, y en una de esa amen de nueva cuenta.

No hay tarea más importante que el amor, porque de otro modo, con o sin destino manifiesto, será necesario cancelar todo eventual acto mágico en la celebración de nuestra existencia, y aceptar con absoluta tristeza, que efectivamente, han sido desde siempre el azar y la necesidad, testigos absolutos de que importamos poco a un indiferente Universo.

La casualidad sustituye al destino cuando claudicamos y decidimos que bajo esa certeza, de la nada venimos y a la nada vamos.

Quiero creer que no es así. Y el mejor conjuro para espantar la fatalidad es el amor, con todo y las consecuencias que en no pocas ocasiones acarrea los dolores, los llantos del que se ve privado del aliento cuando lo pierde. Con todo y que nos persigue el azar y la necesidad. Con todo y que a lo mejor la única certeza del destino es que no existe.

Con todo, habrá siempre tiempo y necesidad del amor.

Mil gracias, hasta mañana.

Mi Correo: jeperalta@plazajuarez.mx

X: @JavierEPeralta

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