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Hidalgo
sábado, mayo 17, 2025

Con las botas puestas y el alma limpia…

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PIDO LA PALABRA

Cada que iniciamos algo, debe ser para terminarlo, y terminarlo bien; cada piedra que encontramos en el camino en realidad es un acicate para probar nuestro ánimo hacia la victoria, algunos se quedarán noqueados, pero al menos lo intentaron… hasta morirse en la raya; esas dolorosas derrotas nos otorgarán maravillosos conocimientos y experiencias y nos servirán de mucho para futuras contiendas; en estos casos el perdedor puede levantar la cara sin la vergüenza de aquellos que pudiendo… no hicieron lo necesario para ganar.

Pero cuando el perdedor jamás tuvo en su mente ganar, entonces su derrota se torna amarga y se convierte en un verdadero fraude para aquellos que depositaron en él su confianza; todos sus pasos, todos sus actos, toda su estrategia, estaba encaminada a dejar hacer, dejar pasar; a estos perdedores la vida los castigará con la frialdad de la indiferencia futura; fracasados que no podrán levantar la cara por su cobarde farsa.

En nuestro largo caminar encontraremos de todo, y a cada paso veremos esa eterna lucha del bien contra el mal, los que han definido su posición en alguno de los dos bandos, y lo defienden a piedra y lodo para que nadie lo penetre.

Pero otros, viven en la miseria de la ambigüedad, y cual veletas se mueven para el lado que mejor le convenga a sus intereses, aún a costa de la traición a la confianza.

Pretextos no faltarán para justificar nuestra incompetencia, pues para encontrar excusas en eso sí somos especialistas; siempre habrá más razones para no hacer, que para convertirnos en gente propositiva; y cuando tenemos el agua hasta el cuello, entonces andamos mendigando clemencia.

Lo mejor de la vida es luchar, aún a riesgo de quedarnos caídos en la contienda, pero tendremos el orgullo de decir: lo intenté.

Cada vez que decidimos caminar hacia un objetivo, debemos hacerlo con la certeza de que lo merecemos, pero también con la humildad de que ese mérito se construye paso a paso, con sudor y determinación. No basta con tener buenas intenciones ni con repetir frases motivacionales; la realidad se impone para recordarnos que solo aquellos que se arriesgan a perder, pero luchan con dignidad, son los verdaderos candidatos a ganar con orgullo; lo cierto es que la batalla no premia la tibieza, premia la entrega.

Si nuestro objetivo es perder para ganar, entonces creo que las decisiones están tomadas, y el perdedor será el sacrificado para lograr un bien superior, aunque este bien solo represente beneficio para unos cuantos.

Si entramos a la batalla, cualquiera que sea su naturaleza, tengamos la honradez de poner todo nuestro talento para conseguir la victoria, de otra manera, mejor hagámonos a un lado y no estorbemos a los que queremos confiar en personas con verdadero espíritu de lucha y no en mamarrachos que la derrota les sabe a gloria.

La historia está llena de nombres que no figuran en los libros, pero que vivieron con honra, porque nunca aceptaron una derrota que no fuera consecuencia de un combate real, a ellos debemos mirar cuando flaqueamos, cuando parezca que todo está perdido, porque la diferencia entre el que trasciende y el que pasa sin pena ni gloria, es la decisión férrea de no traicionarse a uno mismo. Si vamos a perder, que sea con las botas puestas y el alma limpia.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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