RELATOS DE VIDA
Se levantó más temprano que de costumbre y sin esfuerzo, como en otros amaneceres, esta vez tenía un motivo aún más fuerte para hacerlo, cumplía un año más de vida, aunque también tenían un día menos para vivirla.
Si bien su atuendo siempre era impecable, en esta ocasión trascendía el nivel; vestimenta que estaba acompañada por un brillo especial que se reflejaba en sus ojos y en las comisuras de sus labios al sonreír.
Salió de casa feliz, cantaba, caminaba, bailaba, corría, sin hacer parecer locura o demencia, simplemente se notaba que disfrutaba el día, cada uno de sus pasos, el aire, el ruido de la ciudad e incluso el olor de la calle.
Tenía tiempo para poder degustar un café antes de llegar a la oficina, y sobre todo, tranquilamente, para disfrutar del aroma, el sabor, la temperatura, incluso el color y perderse en los surcos del líquido al momento de tomarlo.
Se perdió tanto en el instante que cuando regresó a la realidad, se desconcertó con la primera imágen, se preguntaba si se trataba de la misma persona que ama, y de quien se alejó por acuerdo mutuo para dejar de dañarse.
Pestañeó unas cuantas veces para confirmar la sospecha, y en último abrir y cerrar de ojos, la persona objeto de su atención repitió la misma acción, al parecer también por incredulidad de la coincidencia.
Al verificar la duda, iniciaron su andar para encontrarse, y una vez de frente, el abrazó que faltó cuando se despidieron les recordó el por qué no podían olvidarse, el choque de los cuerpos producía chispas y un calor creciente, química que no habían encontrado en ninguna otra persona, aunque lo intentaran.
No hubo necesidad de palabras, al parecer las 300 lunas a distancia, les ayudó a sanar, a crecer, a mejorar; el pensamiento de encontrarse nuevamente era lejano, pero finalmente, la coincidencia o el destino o “sepa Dios”, los volvió a reunir, lo que pasó después solo ellos lo saben o lo sabrán.