EL PEQUEÑO TIMMY
Con el posible incremento a las tarifas del transporte público, un nuevo debate se ha comenzado a gestar entre la población hidalguense, sin embargo, todo parece indicar que el tema se enfoca solamente en el costo que la población tendrá que pagar para transportarse de un lado a otro y el incremento de insumos, refacciones y gasolina que sufren los pobres concesionarios que tienen dos o tres concesiones o más.
Por una parte es razonable que el precio del pasaje aumente, cuando los precios en refacciones y combustible ha aumentado, pero cabe destacar que tan sólo en los dos últimos gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) el pasaje pasó de seis pesos a 10 por traslado, situación que para algunos fue una estrategia más política que de beneficio para el pueblo, ya que se buscaba mantener una buena relación con los concesionarios, algunos señalados por ser apadrinados de antiguos gobiernos estatales.
En el negocio del transporte público se ha señalado a diversos ex gobernadores por hacerse de concesiones mediante prestanombres o hacerse de notarías o de patrimonios como construir edificios para rentar, o de terrenos que el estado vendía a muy bajo costo y que luego resultaban ser comprados por los mismos gobernantes a sus prestanombres. Eso de por sí ya deja mucho qué pensar.
Sin embargo, con los recientes accidentes y riñas entre choferes del transporte público y particulares, también hay otro tema al que no se le debe perder de vista, el comportamiento de los choferes que echan carreras, que ponen jeta, que suben pasaje de más, aquellos choferes que no cuidan las unidades, que no las asean, que son malhechos para acabar pronto.
Pero como diría mi abuela: “la mula no era arisca”, imaginemos que nos toca ser choferes, levantarnos temprano para poder dar el servicio desde las seis o cinco de la madrugada, haya o no haya gente, porque nunca se sabe cuándo habrá, que tiene que lidiar con gente encajosa que aprovecha que la unidad va atascada para no pagar su pasaje, gente que además paga con billetes grandes rogando a Dios que el chofer no tenga cambio y le diga “ahí a la vuelta”, esa gente necia que ve que va llena la unidad y se atreve a decir, “arrímense que todavía cabemos más”.
Imaginemos que esto sucede a choferes que no son dueños de la concesión, que tienen que pagar su licencia y su permiso, que deben cumplir con sus necesidades en el hogar y que tienen que cumplir con la cuenta impuesta por el patrón que es el dueño de la concesión y la camioneta pero que no es el chofer de la unidad, veamos al chofer que tiene que sortear un mar de automóviles en las horas pico porque los flamantes gobiernos se dedican a despilfarrar millones de pesos en obras inútiles, mal hechas o en los eternos baches que parecen multiplicarse como búlgaros en tiempos de lluvia.
El análisis al que se enfrenta el gobierno estatal para el posible incremento de las tarifas al transporte público deberá ser una propuesta integral en la que se contemple también la educación vial y al ciudadano, ya que si bien es cierto que llevar pasajeros de más es meritorio de una sanción también debería de serlo para aquellos que “por las prisas” permiten este tipo de situaciones y hasta se encabronan cuando las colectivas no los suben.
Es mentira en el discurso que los concesionarios piensen en los choferes, ellos buscan su propio beneficio, aquí los que pagan el pato son los choferes que no cuentan con su propia unidad y que trabajan bajo la presión del propio sistema, los usuarios que son quienes se arriesgan a una serie de eventos que bien podrían dar para una versión de la película “Destino Final” y nuevamente en la mira debería estar el gobierno estatal, al vigilar siempre el cumplimiento de la ley, los reglamentos y las condiciones laborales del sector.
Cada vez que hay un incremento al pasaje es el mismo discurso, “se requiere dignificar el servicio”, no lo hizo el tuzobús, no lo ha hecho el transporte convencional, no lo han hecho los taxistas, quienes por cierto llevan años dándose los aumentos a diestra y siniestra sin respetar las tarifas actuales. En pocas palabras, en el servicio de transporte público hay un cochinero y ahora que se quiere ver de forma económica, se debería aprovechar para darle una revisada a todo el sistema, a las unidades, a las concesiones, a los choferes y rematar con los usuarios.