AGENDA EDUCATIVA
Terminaron las elecciones, los debates y las campañas. De acuerdo al INE, para las elecciones de 2024 se eligieron más de 20 mil cargos de elección popular y fueron llamados a las urnas alrededor de 98 millones de mexicanos. Los resultados del 02 de junio implicaron que se tuvo una participación histórica, 35 millones de mexicanos votaron por cargos de elección popular.
En el ámbito de la administración pública, los cargos de elección popular fueron: regidores, síndicos, presidentes municipales, gobernadores y un presidente de la república. Mientras, en el ámbito legislativo los puestos de elección popular eran para diputados locales y federales y senadores de la república.
Los puestos que no son de elección popular corresponden al ámbito judicial y la definición de ministros y magistrados. Este último proceso forma parte de la polémica y el debate del plan C que conviene revisar pronto. Pero, por ahora una de las cosas que es motivo de reflexión es precisamente el representante de elección popular y si éste se encuentra preparado para el ejercicio del poder.
Al respecto, mi supuesto es que en lo general no estamos educados para relacionarnos con el poder (o la verdad), y en lo particular, quienes ocuparán los puestos de elección popular tampoco están educados para relacionarse con el ejercicio el poder. No me refiero a que quienes ocuparán los puestos de elección popular no tengan experiencia en la toma de decisiones o en puestos similares. Tampoco me refiero a que no tengan estudios superiores. Me refiero a la compleja relación poder y educación. Veamos.
Primero, el poder está en las estructuras, estructuras político-jurídicas (leyes, normas, reglamentos), culturales (simbólicas) e institucionales (reglas formales e informales). Pero, el poder, decía Michel Foucault, no sólo es estructural, no se encuentra dado como objeto, sino aparece como un conjunto de relaciones que se dan entre individuos (o sujetos, como le llamaba Foucault).
Bajo esta perspectiva, el poder implica su ejercicio (o se ejerce el poder o se es ejercido por el poder, según Nietzsche) como orientación, control o dominación de la voluntad del otro. Pero, el poder tiene otra característica, la seducción. Foucault le llamaba al poder una bestia magnífica, precisamente por sus características de fuerza, seducción y peligro. Nosotros sencillamente ubicamos esta seducción en el ámbito político, como “la búsqueda del poder por el poder”.
¿Cómo podemos prepararnos para enfrentarnos de mejor manera al poder? ¿Cómo los tomadores de decisión pueden educarse de mejor manera ante el ejercicio del poder? Hasta ahora hemos entendido que la educación es un proceso externo, que se da por diversos actores y factores como la familia, los amigos, el maestro, los colegas, y la escuela. Pero, la educación externa por sí sola sirve de poco si pasamos por alto que la educación es un complejo proceso interno y una responsabilidad del individuo.
En la filosofía platónica-aristotélica, esta relación educación externa e interna estaba asociada en la educación del ciudadano; es decir, la educación era una actividad de la vida pública donde los principios y pilares eran el bien común y la justicia. ¿Qué significa esto en buen castellano? Que el ejercicio del poder, la actividad pública, la toma de decisiones que hacen los servidores públicos no era el poder por el poder para obtener riqueza, prestigio o placeres, sino entender la responsabilidad con los demás y, con la mayoría, eso era el bien público o lo que ahora llamamos el bien común.
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