Las amenazas de Donald Trump de imponer aranceles del 25% a México y Canadá y las reacciones iniciales de estos dos países a los planes del presidente electo estadounidense prometen dinamitar el tratado de libre comercio que existe en Norteamérica desde 1994.
En Canadá, el primer ministro, Justin Trudeau, programó para el pasado miércoles una reunión de emergencia con todas las provincias del país en la que trató de acordar una estrategia para responder a su aviso.
De momento, las provincias canadienses, capitaneadas por Ontario, la más industrial y centro del sector del automóvil de Canadá, respaldan desmantelar el actual tratado de comercio trilateral, T-MEC, para que Washington y Ottawa negocien un acuerdo bilateral sin México.
El temor en Canadá es que incluso unos aranceles del 10% le costarían a la economía canadiense alrededor de un 1% de su Producto Interior Bruto (PIB), equivalente a unos 30 mil millones de dólares estadounidenses. Un 25% sumiría a Canadá en una profunda recesión.
En México, la presidenta, Claudia Sheinbaum, ha enviado una carta a Trump, y prevé enviar otra a Trudeau, en la que aboga por la «cooperación y entendimiento económico recíproco», pero también sugiere que las autoridades mexicanas responderían con sus propios aranceles.
La presidenta de la Cámara de Comercio de Canadá, Candace Laing, igualmente defendió el martes una respuesta canadiense que deje atrás la tradicional imagen del «buen vecino» y se acerque más al ojo por ojo.
Trump, que asumirá el cargo el 20 de enero, desató el caos el lunes al anunciar en su plataforma Truth Social que impondrá un arancel del 25% a México y Canadá por el flujo de droga e inmigración ilegal que llega al país. Además, planteó otro del 10% adicional a China por el tráfico de fentanilo.
Nadie sabe si Trump está lanzando un farol para extraer concesiones de México y Canadá o si es una amenaza real.