PEDAZOS DE VIDA
Un día despertó sin poder mover las piernas, y volvió a cerrar los ojos, pero aún así las piernas no le respondieron. Creyó que nuevamente estaba inmerso en la parálisis del sueño; sin embargo, pronto descubrió que podía mover su cabeza, sus manos, sus brazos…
Entonces, hizo un gran esfuerzo para sentarse en la cama, las piernas se habían convertido en dos pesados troncos de carne que no respondían ante ningún estímulo. Al inicio, la resistencia a quedarse postrado en cama fue instantánea sin tiempo a pensar ni reflexionar, trató de levantarse y cayó sobre la cama, intentó mover los dedos del pie izquierdo pero fue inútil, ya no tenía piernas, ya no eran suyas, ya no lo obedecían.
Agarró su teléfono para buscar ayuda, y ahí, en ese momento, justo cuando había desbloqueado la pantalla, fue donde comenzó la angustia, los dedos de las manos dejaron de funcionar, como un juguete que se queda sin batería, apenas unos impulso permitían sentir que estaban vivos; sin embargo, la fuerza ya no estaba con ellos.
Mientras las piernas no se doblaban, las manos perdieron toda rigidez, y esta situación se extendió pronto a los brazos, la desesperación se adueñó de su cuerpo, intentó gritar para pedir ayuda. Tuvo esperanza en que ante el silencio de la noche alguien pudiera escuchar.
Poco a poco el cuerpo quedó convertido en la armadura de un alma que intentaba despertar; mientras tanto, en la esquina de la habitación, una pequeña criatura esperaba que todo estuviera listo para intervenir, sin que hubiera riesgo. Con la paciencia de quien espera para no salir lastimado.