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viernes, noviembre 29, 2024

¡Burocracia S.A.!

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PIDO LA PALABRA

Más allá del escritorio también sigue la vida, más allá de la oficina está nuestra realidad, esa realidad que nos cuesta, que nos duele, esa realidad que nos lastima a todos, menos a aquellos que con una mano en la cintura y otra en el sándwich, siempre salen con esta frase por muchos alguna vez escuchada: ¡venga mañana!.

Se respira insensibilidad, caras frías, como si estuvieran en estado vegetativo, ven pasar el tiempo; checan su tarjeta de entrada y ya ansían que llegue la hora de la salida; su jornada pasa lentamente, el tedio hace presa de ellos; el intercambio de comentarios a la orden del día, que si la política, que si la liguilla de fútbol, que si los despidos en el cambio de gobierno, etc.; cualquier tema es su salvación del momento. Y mientras tanto, la fila sigue creciendo, los zombies pacientemente esperan a que el dueño de aquel escritorio se digne a atenderlos: “Burocracia, S.A.”.

Quienes tienen la responsabilidad de atender a un sector del público, debe tener conciencia que ellos son la primera imagen, la primera impresión que se va a tener de esa institución; por ello, desde el personal de vigilancia que se encarga de cuidar las puertas de entrada, hasta el funcionario del mal alto nivel en dicha institución pública, deben tener en cuenta que su puesto, sus funciones y, desde luego, su sueldo, surgen de esa obligación que la misma necesidad de la población les ha conferido; y por lo menos esa gente merece un mínimo de atención con cortesía y respeto.

En la Administración Pública, se sabe que estando ejerciendo una función Directiva, el panorama que se tiene para tomar decisiones es mucho muy amplio, pues supuestamente se es poseedor de información privilegiada que se encuentra lejos de los mortales comunes y corrientes, sin embargo, la labor de escritorio, aquella que cuyo ámbito de decisiones se circunscribe solo a los informes que cada día se reciben por parte de los colaboradores en la comodidad de una oficina tiene la desventaja de ser insensible.

Muchas veces y esto quizá como atenuante de los que están en el nivel más alto en una Institución de Gobierno, -y digo quizá ya que su obligación es tener un control de todo los que sucede en su encargo- a veces no tienen ni la menor idea de lo que pasa en las oficinas bajo su responsabilidad; cambios de nombres, cambios de color de la oficina, cambios de confort; pero los procedimientos siguen igual, las mismas largas filas, la misma indolencia del “servidor” público, los requisitos innecesarios siguen igual, en conclusión, la misma burra pero más revolcada.

Hoy más que nunca, el saber lo que la gente quiere o piensa se hace indispensable para aquellos que ya llegaron al lugar que buscaban; pero esa información es mucho más indispensable para aquellos que aspiran a ejercer una función pública, una función de gobierno; el olvido de esa necesidad lo único que provocará es que sus decisiones no reflejarán ningún valor de apreciación positiva para sus gobernados, enfrentándolo tarde o temprano a la frialdad o al repudio social.

Ese desconocimiento de lo que le duele a la población los convertirá en funcionarios ciegos que no funcionarán; políticos condenados a dar golpes solo con la esperanza de atinarle a alguno, seguramente dará un buen golpe, pero quizá precedido de muchos golpes malos a costa de la desesperación de la ciudadanía de sus respectivos municipios.

Este nuestro México sería otro si todos cumpliéramos con la parte de la responsabilidad que nos corresponde, si entendiéramos que somos una pieza importante en esa maquinaría llamada convivencia social; para muchos solo somos un número, para otros, solo una masa amorfa y de la que nada importa si la hacemos esperar medio día en una fila, ¿para qué preocuparse? Su trabajo inicia y termina en solo ocho horas; nada les apura; si los zombies de la fila alcanzan turno, bien, y si no ¡que vengan mañana! Allí nos estarán esperando nuevamente esas caras largas y frías en una pose de perdonavidas para hacernos el favor de atendernos.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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