Brasil autorizó este lunes la polémica exploración de reservas marítimas de petróleo frente a la Amazonia, a menos de un mes de que acoja la cumbre climática de la ONU (COP30) en la que se quiere presentar ante el mundo como un país líder en preservación ambiental.
La petrolera estatal Petrobras recibió una licencia por parte del Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama) para explorar un área considerada vulnerable por los ecologistas situada a 500 kilómetros de la desembocadura del río Amazonas, una decisión que cuestiona el compromiso del Gobierno con el combate al cambio climático según las ONG.
La autorización llega tras un proceso que se ha alargado casi cinco años y se ha caracterizado por constantes tensiones entre la petrolera, que ve en esta región su mayor apuesta de producción futura, y el Ibama, que inicialmente se opuso a dar la luz verde.
De hecho, este ente autónomo vinculado al Gobierno llegó a rechazar el primer pedido de Petrobras en 2023 por «inconsistencias técnicas», pero luego la petrolera recurrió y aportó más informaciones para tratar de revertir la decisión.
El Ibama defendió este lunes en un comunicado el «rigor» del proceso de licenciamiento y dijo que Petrobras mejoró «sustancialmente» el proyecto presentado en un inicio, sobre todo en lo que se refiere a los planes de respuesta ante posibles emergencias como un vertido en el mar.
El ministro de Energía, Alexandre Silveira, un defensor de la exploración petrolera en la región, celebró la autorización por asegurar «el futuro de la soberanía energética» de Brasil.
En el plano económico, el área tiene un potencial de 10 mil millones de barriles recuperables y puede atraer inversiones por 300 mil millones de reales (55 mil millones de dólares / 48 mil millones de euros) a un país que ya es el séptimo mayor productor de crudo del mundo, según el Gobierno.
Críticas de los ambientalistas
Pese a la alegría mostrada por una parte de las autoridades, la decisión se da en un momento incómodo, justo cuando Brasil se prepara para acoger en noviembre la COP30 en la ciudad de Belém, la primera vez que el mayor evento climático internacional se celebra en la Amazonia.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, la ha presentado como «la COP de la verdad» y ha sacado pecho del freno a la deforestación en el mayor bosque tropical del mundo, donde la tala cayó un 30 por ciento en 2024 gracias al aumento de las acciones de fiscalización.
«Será el momento de que los líderes mundiales prueben la seriedad de su compromiso con el planeta», declaró este mismo lunes el mandatario, durante una reunión con embajadores extranjeros.
El diplomático André Corrêa do Lago, escogido por el Gobierno brasileño para presidir la conferencia, ha señalado en varias de sus cartas a la comunidad internacional la importancia de «alejarse» de los combustibles fósiles.
En este contexto, la sociedad civil salió en tromba a denunciar la contradicción que supone que el país quiera presentarse como líder de la agenda climática mientras autoriza la exploración de reservas de crudo en un área cercana a reservas naturales, territorios indígenas, y arrecifes de coral.
Para el Observatorio do Clima, una red que reúne a 130 organizaciones, emitir la licencia es «desastroso» para el medioambiente y significa «sabotear» la COP30.
Además, los ambientalistas sostuvieron que la decisión choca con el compromiso del Gobierno de reducir la emisión de gases contaminantes entre un 59 por ciento y un 67 por ciento de aquí a 2035.
El científico Paulo Artaxo, integrante del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), dijo en una nota que abrir nuevas áreas petroleras «agravará aún más» el calentamiento global, cuya principal causa es la quema de combustibles fósiles, y defendió la búsqueda de alternativas.
«Brasil tiene la oportunidad de explorar su enorme potencial en generación energética solar y eólica (…), no debemos desperdiciarla», afirmó.
La oficina de WWF en Brasil apuntó, por su parte, a que la región cercana a los futuros pozos alberga el 80 por ciento de los manglares del país y alertó de que las fuertes corrientes de la desembocadura del Amazonas hacen que la contención de un vertido sea «extremadamente» difícil.