Espejos de la realidad
No se les ve el rostro. Llevan cascos, chalecos, armas largas. Podrían ser soldados en una operación militar, pero no: son agentes de ICE entrando y saliendo de edificios de Chicago. Cumplen órdenes, lo de ahora y lo de siempre.
En algunos videos aparecen ciudadanos aplaudiéndoles. Les gritan que gracias, que están defendiendo a la nación. Para ellos son héroes. Para lxs otrxs, quién sabe, no importa.
Chicago se parte. Arriba, la ciudad que se muestra: parques cuidados, festivales de otoño, infancias en columpios y banderas colgadas en las ventanas. Todo parece funcionar con normalidad. Abajo, la secrecía: el timbre que suena a cualquier hora, la redada en la madrugada, las familias que desaparecen de un día a otro.
Esto nunca se trató de una política migratoria. Es una política de borrado. El lenguaje que ocupa la silla presidencial lo deja claro: alimañas, pestilencia, inmundicia. No merecen estar aquí. Su lógica es simple: o te chingas o te jodes. Pero en la práctica, ni se chinga: solo jode.
Hoy, caminando, me encontré con otra escena. Una caja de madera clavada sobre un poste, a la orilla de un jardín. Dentro había arroz en bolsitas transparentes, latas de frijoles y de verduras. Había también un papel cuadriculado, escrito a mano: “Si necesita ayuda debido a una detención de ICE, llame…”. El número telefónico de la coalición de inmigrantes y refugiados de Illinois, sostenido con cinta en la repisa. No era un gran gesto, no era un manifiesto político: era un mueble improvisado, casi vacío, con esa promesa mínima de auxilio.
Me quedé mirando esa caja como si fuera una respuesta en clave baja a todo lo demás. Afuera, la ciudad que aplaude a los hombres armados; adentro, el recordatorio de que la supervivencia también se teje con papeles doblados y arroz repartido. No son equivalentes, no compensan lo otro, pero ahí están.
Entre la violencia oficial y las trampas del lenguaje, la ciudad todavía se sostiene en esas pequeñas grietas. Llamar a un número escrito en papel, tomar una lata, dejar otra. Gestos casi invisibles frente al ruido de las redadas.