“Los sindicalizados y promovidos a ser sindicalizados deben acudir obligatoriamente” fue la instrucción que se giró en cada instituto, preparatoria y escuela superior de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), para presionar al personal académico y administrativo a que acudiera a la marcha para “celebrar la autonomía universitaria” que se realizó el pasado viernes tres de octubre en la capital hidalguense .
Asimismo, esta presión se convirtió en una amenaza disfrazada de “invitación” para los trabajadores no sindicalizados. “No es obligatorio”, decían a los docentes por hora, “pero si no vas, seguramente se notará tu ausencia”. Con los alumnos no fue diferente: a ellos se les convocó de diversas formas, en el más puro acto de corrupción, enseñando a los jóvenes a intercambiar este tipo de participaciones por calificaciones o puntos extra en las materias, bajo el argumento de no reprobar; a algunos se les engañó haciéndoles creer que se trataba de mostrar el orgullo y la pertenencia a la máxima casa de estudios y a otros más les dijeron que el pase de lista sería en la plaza pública.
Alrededor de las ocho de la mañana, el caos vial en Pachuca comenzó a hacerse presente en las periferias de los distintos puntos de encuentro en los que la UAEH convocó a la comunidad universitaria: la Preparatoria Número Tres sobre el bulevar Minero, la Preparatoria Número Uno en el bulevar Felipe Ángeles, el Centro Cultural La Garza (ubicado en la calle Abasolo) y Ciudad Universitaria, sobre la carretera Pachuca–Tulancingo.
Algunos de los grupos iban encabezados por jóvenes entusiastas que, al ser cuestionados sobre su presencia en las calles, no sabían pero decían que era para “defender la autonomía”, “por la autonomía” o “a favor de la autonomía”, entre otras respuestas que involucraban de forma vacía y poco reflexionada la palabra “autonomía”.
A las 8:30 horas los primeros contingentes llegaron a la Plaza Juárez de Pachuca. Los primeros en llegar esperaron a los demás mientras compraban en la periferia un paste, un taco o una torta de tamal que sirvieron de desayuno para aquellos que salieron de casa a primera hora y no tuvieron tiempo de comer algo.
Los estudiantes de Huejutla estuvieron a tiempo; los de Tulancingo fueron de los últimos en llegar. Tanto los de la Preparatoria Número Dos como los del Instituto de Ciencias Agropecuarias (ICAp) arribaron después del bloque de “Rectoría”, en el que, además del rector Octavio Castillo Acosta, apareció la presidenta del Patronato de la UAEH, Lidia García Anaya, y el exrector y expresidente de dicho organismo, Gerardo Sosa Castelán, señalado por algunos como el todavía líder del denominado “Grupo Universidad”.
Mientras los asistentes disfrutaban de un grupo musical con tintes rockeros pero versátil en su repertorio, el bloque de la Rectoría avanzaba al ritmo de la banda de guerra, sonidos que marcaron la aparición pública de Gerardo Sosa Castelán, quien enfrenta un proceso judicial por su presunta participación en operaciones con dinero de procedencia ilícita, así como por delincuencia organizada. Los funcionarios de la UAEH, tomados del brazo al llegar a la Plaza Juárez, estiraron los puños mientras la banda de guerra seguía su toque; para muchos, más que un triunfo, aquello parecía el acto de un condenado que se hace presente antes de su ejecución.
Mientras unos llegaban, otros tantos se iban. Por momentos, la calle Guerrero se vio completamente transitada por peatones con gorras blancas que ostentaban el símbolo de la garza y las palabras “Autonomía Universitaria”. Muchos se habían aburrido o cansado de estar bajo los rayos del sol, sin tener claridad sobre la razón de su presencia, más allá de “cumplir” con un evento sin mayor relevancia que los posibles artistas invitados, y no por el puñado de funcionarios universitarios que han sido partícipes de un imperio de terror, amenazas, represiones y todo tipo de abusos en contra del personal y los alumnos por décadas.
El evento, presumido por todas las extensiones mediáticas de la universidad, fue cuestionado por un gran número de personas, adultos mayores y adultos que recuerdan las atrocidades cometidas por los grupos porriles dentro de la UAEH. Muchos cuestionan el papel de Gerardo Sosa dentro de la máxima casa de estudios y lo señalan como un “cacique” que debería estar en prisión y no en eventos donde, aseguraron, “utilizó nuevamente a la universidad” para generar una imagen de influencia política.
Sin embargo, el evento de presunta autonomía, que pretendió mostrarse como respaldo universitario, ha generado polémica entre trabajadores que no gozan de todos sus derechos, entre aquellos que guardan el rencor de salarios retenidos y descuentos hechos bajo la amenaza de “te voy a despedir”, así como entre el personal que, pese a su esfuerzo, no encuentra promoción, ascenso o incremento salarial, mientras otros, los recomendados, ocupan espacios por los que no han trabajado. Sin contar a todo aquel personal que no ha sido atendido con humanidad ni empatía ante los problemas que han enfrentado en su círculo familiar.
Un evento, sin duda alguna, para mostrar la represión que se vive al interior de la máxima casa de estudios, el autoritarismo que prevalece por parte de un puñado de personajes y una bola de lambiscones que buscan mantener puestos estratégicos para los cuales la gran mayoría no está preparada, pero que funcionan muy bien, con su ignorancia, como títeres de un régimen que, por mucho que presuma logros, no borra su historia.
En redes sociales y entre algunos asistentes entrevistados en la Plaza Juárez, el reclamo fue similar: nuevamente Gerardo Sosa Castelán utilizó a jóvenes faltos de pensamiento crítico, y a personal administrativo y académico convocado bajo amenazas disfrazadas de invitaciones, para tratar de resurgir en la vida política de Hidalgo, mostrándose fuerte a pesar del brazalete que lo mantiene bajo riesgo de vigilancia judicial.