LAGUNA DE VOCES
Amanecerá otro día en que un nuevo diluvio, dicen que ahora será de fuego, acabe con toda vida que haya en La Tierra, pero no con el planeta, que seguirá su casi eterno vagar por el universo, en tanto se inicia el siguiente proyecto para dar origen al ser humano que, pasados los siglos, no caiga en la misma tentación de querer conquistar lo conocido y no conocido, para convertirse en el más poderoso, más alabado, más odiado, hasta que descubra que nada le dará tranquilidad, sino la muerte.
Pero antes de ese conocimiento único y vital, habrá encarrilado a sus prójimos a la lucha contra sus semejantes, tarea en la que siempre resultará damnificada La Tierra que, pasado un nuevo intermedio de tiempo, un día cualquiera decidirá aniquilar a pasajeros tan inoportunos, que le han dañado el corazón, es decir sus aguas del mar, su oxígeno del aire, su pies y manos que son la tierra.
Pero amanecerá siempre, eternamente, igual que cuando todo pareciera oscurecer la vida nuestra, y descubrimos, superada la noche y madrugada de la angustia que, después de todo, una vez más el sol se prende del cielo; una vez más, los cielos se inundan de regocijo por vernos, aun con ojos lagañosos, levantados, de pie, con la misma vocación del universo por seguir, siempre seguir.
Ha sucedido una y millones de veces. Y, esa es la esperanza, así seguirá por los siglos de los siglos. Es decir, que de alguna manera seremos eternos, con todo y la carga que a veces parece desesperante; con todo y la desesperanza, que a todos nos ha agarrado del cuello para hundirnos en la tristeza; con todo y nosotros mismos, amanecerá y nos amanecerá.
Porque de otro modo, lo sabemos, nunca faltaría justificante para decir que así está bien, que es inútil todo, que es absurdo sonreírnos por la vida, que ya fue suficiente.
Pero no sucede así.
Y entonces somos igual al planeta que algunas veces se conduele de sí mismo, del dolor que le provocan las barbaridades de sus inquilinos, de la inútil lucha porque esas pequeñas hormigas que somos, dejen de querer comerse unos a otros. Somos iguales al planeta porque, pese a todo, contra todo, nos miramos en el amanecer y decimos: se puede, hoy será diferente. Se puede.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta