LAGUNA DE VOCES
El teclado de cualquier computadora, por muy simple que sea el procesador, es un instrumento para darle orden a la existencia humana, y este es un secreto que a muy pocas personas es permitido que lo conozcan. De tal modo, dijo la mujer asustada, que toda mi vida será un desastre, porque solo sé el significado de las letras, pero de los F1 hasta el F12 nunca supe nadita, ni siquiera con los pequeños dibujos que usan para ilustrar su uso. Probar para aprender, le fue advertido, solo traerá desgracias y como debes saber usar las mayúsculas, con regularidad cambia la tarea original. Así que mucho menos te atrevas a aplicar al mismo tiempo option, command, mayúsculas, con letra alguna, sea vocal o consonante.
Tuvo que esperar años sin hacer absolutamente nada, con paciencia a que otros se equivocaran y cayeran muertos, heridos, o de plano desaparecer en una sola fracción de segundo. Resultaba más fácil con la formulación de conjuros de palabras raras, con frecuencia inventados, pero la modernidad que con todo acaba, la dejó pasmada y sobre todo preocupada, porque la muerte siempre llega, aunque tuvo la idea simple, fugaz, de que podría conjurarla si descubría los trucos escondidos en el teclado de su vieja computadora.
Se propuso a aprender, así tal vez pudieran detener el envejecimiento que se abalanza sobre todas las personas, y que causa aún más alarma entre las mujeres, pero insistía a su conciencia que no habría tiempo suficiente, que moriría cuando todo empezara a componerse. Alguien, justo en ese momento de pesadumbre, le confió el secreto de que eran justamente 167 caracteres los que transformarían su ordenador en la máquina del tiempo presente, pasado y futuro. Que no transportaba a ninguno de esos lugares, pero le permitiría arreglar cualquier error cometido a lo largo de su existencia.
Es decir que solo funcionaría para ella, de tal modo que lo mejor era que reflexionara con calma, con serenidad, lo que haría si daba con el orden justo de cada uno de los 167.
Ella lo pensó una y otra vez. Una primera reacción fue que no, que nunca intentaría transformar su computadora en eso que dicen terminaría por ser, además de que, si cometía un error grave, podría corregirlo, porque le preocupaba —y en eso nunca tuvo la menor duda ni tampoco los que la conocían— dañar a inocentes, a su familia.
Así que esperó, esperó y esperó, sin que la calma absoluta de que gozó en esos meses, le permitiera abandonar para siempre esas ideas. Pero se hacía vieja y no deseaba morir así, sin más, con todas las posibilidades de transformar, por principio de cuentas el presente que le había sido tan adverso.
Pasado casi un año, es decir al mes 11 con dos semanas, decidió que lo haría, que todo era asunto de entenderle al teclado del ordenador y luego descubrir cuáles eran esos 167 signos, luego ordenarlos correctamente y finalmente aplicar la magia.
Casi a punto de empezar la tarea se arrepintió, cerró la habitación con llave, y se fue directo a su recámara donde durmió plácidamente hasta olvidarse de todo ese asunto que ya no la dejaba dormir.
Un día que nadie supo, su cuerpo fue encontrado colgando de la ventana, y una computadora conectada al cable de corriente con una leyenda que decía: “si no logra recordar su clave para ingresar a su sistema, éste se reiniciará y perderá toda la información guardada, contactos, aplicaciones y demás”. Su contraseña eran apenas una letra y cuatro números.
Nunca regresaron a su memoria.
Por eso, desesperada, quiso brincar por el balcón de su departamento ubicado en el quinto piso, con la mala suerte de que se enredó entre los barandales de fierro; al borde de la asfixia, no solo la contraseña, sino cada uno de los 167 caracteres mágicos, cada una de las teclas, solas o combinadas, que permitían hacerlos aparecer en la pantalla, se presentaron a su vista. Todo. Pero ya era tarde, muy tarde cuando eso pasó.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta