RETRATOS HABLADOS
A lo largo de la historia, la humanidad ha sido testiga de numerosos anuncios sobre el Fin del Mundo. Desde profecías antiguas hasta predicciones modernas, la idea de un cataclismo inminente ha capturado la imaginación colectiva. Sin embargo, a pesar de las alarmas sonadas por la caída de meteoros, guerras nucleares y desastres naturales, el planeta Tierra parece estar, de alguna manera, vacunado contra una nueva catástrofe.
Uno de los eventos más recordados fue el famoso «efecto 2000», que prometía un colapso global debido a la transición de los sistemas informáticos al nuevo milenio. A medida que se acercaba la fecha, las preocupaciones aumentaron, pero el 1 de enero de 2000 llegó y se fue sin incidentes significativos. Este episodio no solo demostró la capacidad de adaptación de la tecnología, sino que también dejó una lección sobre la naturaleza de las predicciones apocalípticas.
En 2012, la fecha del 21 de diciembre se convirtió en un hito para los profetas del Fin del Mundo, basándose en una interpretación errónea del calendario maya. A pesar de la intensa cobertura mediática y el pánico que se desató, el día pasó sin que ocurriera nada extraordinario. Este fenómeno nos recuerda que, aunque el miedo puede ser un poderoso motivador, la realidad a menudo es más benigna de lo que se anticipa.
En cuanto a las amenazas más tangibles, como la posibilidad de una guerra nuclear, el mundo ha estado al borde del abismo en varias ocasiones. La Crisis de los Misiles en Cuba en 1962 es un ejemplo claro de cómo la humanidad ha estado a un paso de la autodestrucción. Sin embargo, a pesar de las tensiones geopolíticas, los líderes mundiales han logrado evitar un conflicto nuclear a gran escala, en parte gracias a la diplomacia y a la creación de tratados que limitan la proliferación de armas nucleares.
Además, la comunidad científica ha estado trabajando arduamente para monitorear y mitigar los riesgos de catástrofes naturales. La NASA, por ejemplo, ha implementado programas para rastrear asteroides potencialmente peligrosos. Según datos de la agencia, más de 27 mil asteroides han sido catalogados, y aunque algunos representan un riesgo, la mayoría de ellos no se acercarán a la Tierra en el futuro cercano. Esto sugiere que, aunque el peligro existe, la preparación y la vigilancia pueden reducir significativamente el riesgo de un impacto devastador.
A pesar de los numerosos anuncios fallidos sobre el Fin del Mundo, es evidente que la humanidad ha aprendido a convivir con el miedo a la catástrofe. La resiliencia del planeta y la capacidad de adaptación de la sociedad son testimonio de que, aunque los desafíos son reales, la esperanza y la acción proactiva pueden prevalecer. En lugar de sucumbir al pánico, es fundamental que sigamos trabajando juntos para enfrentar los problemas globales, desde el cambio climático hasta la paz mundial, asegurando así un futuro más brillante para las generaciones venideras. En este sentido, el planeta Tierra no solo está vacunado contra la catástrofe, sino que también está en constante evolución hacia un mañana más seguro. Al menos así lo queremos pensar.
Usted dirá, ¿y entonces el asteroide YR4, que chocará contra nuestro planeta en el 2032?
Pus permíteme decirle que, ante todo lo que le he señalado, lo mejor es aplicar un refrán de las abuelas, que está que ni medido para este caso: “hierba mala, nunca muere”, por supuesto, con perdón de la hierba.
Mil gracias, hasta el próximo lunes.
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