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lunes, abril 7, 2025

Violencia

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RETRATOS HABLADOS

A todos debe preocuparnos, y ocuparnos, la espiral de violencia que empieza a registrarse en territorio hidalguense, incluidas ciudades fundamentales como Pachuca y Tulancingo.

Preocuparnos porque la desaparición de personas, especialmente mujeres, es un hecho que con callarlo o negarlo, no se consigue nada, como no sea generar una tierra de nadie, donde son los familiares quienes asumen la búsqueda de sus seres queridos.

Preocuparnos, porque no podemos seguir en ese sueño del, “aquí no pasa nada”, y que, lo sabemos, solo sirvió para vivir inocentemente en una ficción con lamentables consecuencias.

Nadie desearía estar en los zapatos de la familia de una desaparecida, que se ven obligados a bloquear una carretera, ante los nulos resultados de las autoridades policiacas. Sin embargo, es precisamente eso lo que debemos hacer: ponernos en sus zapatos para no emitir opiniones a la ligera con el típico señalamiento, “a mí qué me interesan sus problemas, lo que quiero es llegar a mi destino con mi familia”.

Cuando somos testigos de una manifestación de este tipo, en que la exigencia es la aparición de una persona, y de ningún modo las típicas pugnas políticas, nuestra actitud debe ser otra.

Estamos ante el dolor más terrible que puede suceder en una familia, ante el infierno en la tierra para una madre o un padre que le desaparecen a su hijo o hija; para un hermano que lo dejan sin su pariente.

Es otro escenario al que con frecuencia nos acostumbran en sus peleas de poder, líderes campesinos, obreros o transportistas por un lado, y del otro autoridades que juegan el mismo juego.

Pero cuando un ser humano es arrancado del seno familiar, la historia es muy diferente, y bajo ninguna circunstancia debemos aplicar el mismo rasero de juicio.

Una vez más lo repito: Hidalgo dejó de ser la isla que navegaba sola en un mar proceloso y lleno de tragedias, sin un solo efecto negativo.

No es así. Nunca volverá a serlo. La tragedia nacional nos incumbe, nos afecta a todos, porque nadie en su sano juicio puede hacerse ajeno a lo que cotidianamente observamos.

El mar está plagado de tiburones y de las peores alimañas imaginables. Y por eso desaparecen personas, tal vez no en el nivel de otras entidades, pero sí en el dolor y tragedia que provoca en cada familia que padece esta situación.

Ya no es tiempo de insistir en justificaciones absurdas que hablan de que aquí solo traen cadáveres de otros lugares, porque aquí todo está bien.

Si no se reconoce el problema, una eventual solución es imposible, un apoyo real a las familias que sufren también.

Nos debe ocupar el asunto, porque debemos tener compasión real de quienes viven esta tragedia, y entender con claridad que compasión es empatía, real y sincera empatía.

Y también, por supuesto, no olvidar nunca que lo peor de la historia de un país, se generó cuando sus habitantes se acostumbraron, “normalizaron”, que sus parientes, sus amigos, simplemente desaparecieran, “porque así es la vida”.

Mil gracias, hasta mañana.

Jeperalta@plazajuarez.mx

@JavierEPeralta

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