LUZ DEL PENSAMIENTO
Luigi Mangione, un nombre bastante famoso y repetido por ahora. Cientos de opiniones no se han hecho esperar, desde quienes lo idolatran y admiran como un caudillo moderno hasta quienes lo aborrecen y quieren verlo bajo la guillotina.
Un análisis nunca es objetivo, creer que podemos serlo es un error, cada cosa que hacemos en nuestro actuar va impregnada de nuestra subjetividad. Un psicólogo bastante desconocido, alumno de Vygotsky, llamado Sergei Rubinstein analizaba como en la psicología y los seres humanos habita la objetividad y la subjetividad. No es que la subjetividad sea sinónimo de lo personal, lo no verdadero o la opinión verídica solo para su hablante, se puede tener razón y ser subjetivo al mismo tiempo. Lo que afirma Rubinstein es que precisamente la subjetividad es un grado de objetividad, más bien, una cualidad de la objetividad. En este sentido no son antónimos separados, al contrario, son dos elementos los cuales no se entienden el uno sin el otro.
Por ejemplo, si alguien es violento podemos analizarlo objetivamente. Podemos analizar su cerebro y encontrar la bioquímica que empuja su actuar, podemos ver la electricidad responsable en su sentir y con ello tener una idea objetiva de su enojo, pero, aunque es el enojo objetivo no nos dice mucho. Pero si le preguntamos a esta persona porque se enojó, qué siente, cómo es su enojo o las cosas que lo hacen sentir así nos adentramos a un elemento importante de su vida: su experiencia. Esta es la cualidad subjetiva del enojo, algo que solo se vive en primera persona, que solo puede ser descrito por su protagonista o analizado en gestos, tonos y posturas.
En la literatura y todo lo demás, pasa lo mismo; podemos hacer un mismo acto como correr un maratón, escribir un ensayo o dar un abrazo. Puede parecer que se hace un mismo comportamiento, que no hay diferencia, pero cada conducta que tenemos lleva incrustada nuestra subjetividad, nuestro estilo, nuestras creencias e historia. Ni los análisis más impecables o los estudios científicos más objetivos se escapan a esa regla. Todo lo que hacemos lleva algo de nosotros mismos. Las opiniones sobre Luigi Mangione llevan cristalizada la ideología de quienes opinan de él, por supuesto que sus lecturas pueden ser acertadas, pero llevan siempre lo personal dentro de sí. Varios lo ven como un enfermo más, un loco digno del manicomio y la prisión, otros ven a un personaje espectacular que vuelve a las ideas revolucionarias un show televisivo. Unos más ven a un sex symbol, a un héroe, a un idiota que echó a perder su vida por un arranque y algunos a alguien a quién fijar la esperanza.
Siempre hace falta el contexto. Luigi Mangione asesinó al CEO de UnitedHealthcare: Brian Thompson. Un asesinato sobrio, varios disparos en la espalda y el silencio acompañado de la huida. Los periódicos prefieren llamarlo como «presunto asesino», pero los presuntos asesinos no esperan a la policía en un McDonald’s con un manuscrito donde expresan el repudio americano compartido hacia las compañías de seguros, el documento se refiere a ellas como parasitarias, llenas de codicia y poder. Empresas que aumentan sus ganancias, mientras que la expectativa de vida no lo hace. Para nadie es extraño que Mangione sea culpable, pero para todas las opiniones hay un debate moral ¿es este asesinato legitimo? Decir que es bueno o malo y creer tener la última palabra es arrogante. Afortunadamente mi profesión, desde el diván al escritorio, me ha hecho repensarme antes de hacer juicios así, no es que sea absurdo ver o distinguir lo bueno y lo malo. No es que la moral sea arbitraria, así como todo lo objetivo sea opinión personal. Todo está lleno de matices, pero a veces más que analizar los matices es necesario cambiar de enfoque.
¿En todo hay una opinión personal? Sí ¿en todo lo moral? A veces parece que también. Pero no se trata de llegar a un punto donde todo vale, si todo vale no hace falta analizar nada, se cierra el periódico, se apaga el teléfono o se cambia de canal. Querer analizar lo objetivo o lo subjetivo siempre nos lleva a querer leerlo desde alguna de las posturas. Pero desde medio siglo atrás Rubinstein proponía una solución a estas divergencias ¿cómo analizamos dos extremos de algo al mismo tiempo? Con un mediador, no partiendo y aceptando dos opiniones a la vez con un punto medio ficticio, sino con algo externo.
Los físicos no supieron confirmar si dos objetos caían al mismo tiempo hasta que salieron de la cotidianeidad al experimentar con el vacío. Llegar a nuevas conclusiones sobre el caso de Mangione solo puede ser si salimos de las viejas encrucijadas, las antiguas dicotomías: bueno-malo, asesino-salvador o héroe-villano. Los Estados Unidos sufren una polarización enorme, sumado a ello, una sociedad que ha pasado del sueño a la pesadilla americana atormentando constantemente con un modo de vida poco amable. La salud es prácticamente un privilegio, muchos prefieren automedicarse o hacerse peligrosos tratamientos caseros antes que acudir a un médico y perder salarios completos en una simple consulta.
Es cierto que las aseguradoras americanas son un lastre complicado para la sociedad americana, son un gasto excesivo que muchas veces juega con la salud de sus ciudadanos. Pero ¿acaso Luigi Mangione creó una revolución? ¿Despertó los ojos dopados de la ciudadanía americana bajo una lucha armada? ¿A caso este chico causó asesinatos en masa y la movilización completa de su país? No es que el cambio de un país deba recaer en los hombros de este tipo, de hecho, la pregunta es hacia el escritor y los leyentes ¿qué cambia este hecho en nuestra vida? ¿Es algo que modifique nuestra conciencia o es solo una noticia más, un espectáculo al que pronto le quitaremos la mirada en cuanto acontezca algo más interesante?
Luigi Mangione no es la solución al conflicto, es más, en el sentido más freudiano posible, él es un síntoma: un conflicto inconsciente reprimido de nuestra sociedad que de repente sale a flote ¿un síntoma es bueno o malo? ¿subjetivo u objetivo? Un síntoma es un conflicto y nada más, y va a ser como lo queramos tratar.
Un síntoma es una contradicción y el caso de Mangione es un ejemplo de ello. Así como cuando explotamos en un mal momento o cuando nos sentimos sin ganas de nada de la noche a la mañana aparece un conflicto, algo no resuelto, dos tendencias en choque. Mangione es un asesino y las aseguradoras americanas lastres parasitarios. Pero este suceso es la punta del iceberg, refleja una sociedad desquebrajada, tal como explotar con otros por nada o sentir apatía repentinamente demuestra un psiquismo alterado.
¿Qué podemos aprender de este evento? ¿Qué podemos llevarnos del suceso? ¿Podemos aprender algo? Es complicado, pero nos dice algo, el síntoma no nos dice quién es alguien, pero sí que tiene que ser resuelto. La salud en Estados Unidos es un tema complicado y por lo menos en América los ideales libertarios y la fragilidad de la salud humana están entrando en un conflicto sin retorno. Lo que no es solucionado a tiempo se retuerce, tanto en la mente como en la sociedad. Busca escape como el vapor en una olla exprés, si se tiene cuidado y se arregla sale, se autorregula. Pero cuando no explota, a veces con aparatosos daños. Sin embargo, cuando no se solucionan las cosas de raíz el síntoma será un ir y venir hasta que las consecuencias sean irreparables