EL PEQUEÑO TIMMY
Cuenta la historia que, al verse acorralado por Alejandro Magno, Darío, el rey persa, emprendió laida. Sin embargo, Besso, un sátrapa persa (gobernador de una provincia o “satrapía”) lo hirió a muerte y lo abandonó a su suerte en pleno camino. Alejandro lo encontró y supo lo que había sucedido; le otorgó al rey un funeral digno y con los homenajes correspondientes. Más adelante se encontraría con Besso y ordenaría para él una muerte vergonzosa, porque para las civilizaciones antiguas un traidor siempre será un traidor.
Lo anterior sirva de preámbulo para la siguiente reflexión: el que traiciona una vez, traiciona dos veces. El arte de la guerra dice que hay que tener cuidado de los traidores porque en algún momento, en el que se sientan más confiados, cambiarán el abrazo o la palmadita que te dan en el hombro por una puñalada trapera. Al parecer, esto no lo han entendido los que proclaman portar el cambio y la transformación de México y, por supuesto, de Hidalgo.
Hoy, dentro del gobierno de Hidalgo y dentro del partido político Morena, se encuentran por decenas los traidores que, a cambio de algún cargo público para ellos o para sus hijos, decidieron renunciar públicamente a los partidos políticos en los que varios de estos traidores militaron incluso por décadas. Lo que no sabe Morena y no quiere saber el gobierno que encabeza Julio Menchaca Salazar es que, aunado a estos buitres traidores, la poca inteligencia de la maquinaria estatal podría provocar una crisis desde adentro, un caballo de Troya que reviente para una repartición posterior de lo que quede.
Son varios los perfiles que, aunque en su momento mostraron gratitud al gobierno estatal por haberlos incluido para algún cargo público, están a la espera del momento en el que puedan colocarse en algo mejor y no ha faltado una voz que se acerca para proponer, desde una “revocación de mandato”, el cambio de subsecretaría a secretaría, de subdirección a dirección, de 10 plazas a 20 para sus conocidos, allegados o quienes quieran.
Todos señalan al Grupo Universidad como el único que puede hacer frente al gobierno actual y ha sido desde su guarida en el Partido del Trabajo donde se ha señalado que, ante la traición y persecución política en la entidad, buscarán la revocación de mandato para el gobernador Julio Menchaca.
Varias veces lo hemos dicho: es poco probable que en un ejercicio de revocación de mandato se despida al gobernador, pero si no se pone atención a esa poca probabilidad y se le suman más de mil cuatrocientos sindicalizados y sus familias —quienes sacaron el tema en la pasada manifestación—, a los vecinos de las víctimas de Zimapán —que a pesar de los procesos tuvieron que hacer mediático el caso para que pueda al menos acercarse a la justicia—, a los cientos de procesos que están en situaciones similares o peores, a los campesinos que lo corretearon en la Huasteca, a los puntos turísticos que se han sentido defraudados por la secretaria que va con su comitiva, come y ve qué hay de gratis sin retribuir en nada, a todos aquellos a los que la contraloría les ha hecho observaciones sabiendo que hay otros a los que no toca ni por error, entonces el tema de la revocación de mandato se podría poner choncho.
Y los aliados que se encuentran al interior del gobierno, antes que fungir como torres o alfiles, simplemente promocionan su imagen buscando encabezar la siguiente fórmula para convertirse en gobernadores de la entidad. Muy pero muy poca lealtad se mira en el palacio de gobierno de Hidalgo, incluso desde los propios trabajadores que en diversas dependencias tienen que firmar su renuncia al momento de ser contratados: la olla se está calentando para un caldo gordo.
Mientras tanto, los morenistas de a pie, los de a verdad, también harán lo suyo; no dejan pasar una traición así porque sí. Todos están esperando el momento exacto para atacar o al menos dar “un sustito” y, aunque esto no se consolide, el ejercicio de revocación de mandato en Hidalgo podría dejar con sus resultados una victoria malograda para la administración actual. Es mucho el descontento y es poco lo que quieren ver; será el tiempo, como siempre, el que muestre qué se entendió por lealtad y hacia quién y hacia dónde estuvo.