RETRATOS HABLADOS
La elección del Papa, Robert Francis Prevost Martínez, hoy conocido como León XIV, desató un fenómeno de todos conocido en las redes sociales; un espacio que, se quiera o no, posee un peso específico en el manejo de la opinión pública, y que puede ser al nivel abierto de la manipulación, o producto de la brutal ignorancia de muchos de los que participan en las mismas.
Porque lo mismo aparece un sujeto que asume la actitud de benefactor de la humanidad, y por lo tanto descalifica a quienes por lo menos han tenido una lógica en su existencia, con todo y que es conocido por su trayectoria, defensora un día de los peores personajes gánster en Hidalgo, y al otro su furibundo crítico.
Estamos ante un escenario que no es inédito, pero que una y otra vez parece confirmar las aseveraciones de un filósofo, literato y semiólogo italiano, Umberto Eco, de quien le anoto una selección de sus dicho sobre las ya no tan benditas redes sociales:
«Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas».
«La televisión ha promovido al tonto del pueblo, con respecto al cual el espectador se siente superior. El drama de internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad».
«En el viejo periodismo, por muy asqueroso que fuese un periódico, había un control. Pero ahora todos los que habitan el planeta, incluyendo los locos y los idiotas, tienen derecho a la palabra pública».
«Hace un tiempo se podía saber la fuente de las noticias: agencia Reuters, Tas…, igual que en los periódicos se puede saber su opción política. Con internet no sabes quién está hablando”.
Por supuesto usted estará o no de acuerdo con lo expresado por Eco, pero en el fondo bien que sabe de estas zonas, más y más grandes, donde es posible pelear un día entero en contra de una persona que no existe como tal, sí en cambio virulenta en sus críticas a través del anonimato.
“¿Queremos una cultura en la que nadie sepa nada?”, se preguntaba Sartori. Y tal parece que sí, porque la andanada de críticas mal intencionadas en contra del ahora Vicario de Cristo, se sustentaron, a su vez, en más publicaciones descontextualizadas, también de internet, donde le achacaron todo tipo de omisiones en su tierra adoptiva, Perú.
El libre y fácil acceso a los espacios electrónicos, es cierto, han dado tribuna a legiones de idiotas, pero también a legiones de personas de altísimo nivel intelectual y académico, que sin embargo, poco compiten con el que, con apego estricto a la estrategia de la mercadología, ganan la simpatía y manitas para arriba, del homo videns que adelantaba el paisano de Eco, y que en lo mínimo le importa ganar algo de sus horas frente al celular, como no sea la posibilidad de compararse con otros más miserables, que son ultimados ante la cámara del teléfono, y el video se hace… viral.
Viral. Viral es la invasión en todas las plataformas de lo insulso, de la pedantería de los que siempre soñaron con escupir en la cara al otro que son sabios, adiestrados en los más altos niveles de la academia, y que por eso pueden descalificar a diestra y siniestra.
Viral. Ese es el problema: no importa qué se haga, qué se transmita, con tal de que sea eso: viral, es decir: enfermizo.
Mil gracias, hasta el próximo lunes.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mx
X: @JavierEPeralta