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domingo, mayo 4, 2025

Solidaridad, honestidad y esfuerzo… cumplir compromisos

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PIDO LA PALABRA

Todos buscamos placer y evitamos el dolor, nos atrae lo que nos hace sentir bien y huimos de lo que nos causa sufrimiento; la familia, como la vida misma, nos brinda momentos de inmensa felicidad y, a veces, también de profunda desdicha. En ese vaivén de emociones, olvidamos que no somos el centro del universo, y que la verdadera plenitud no viene de lo externo, sino del compromiso diario con el esfuerzo, la solidaridad y la honestidad.

Hoy en día, vivimos en una sociedad hedonista, centrada en el disfrute inmediato, donde pareciera que la única meta es conseguir sin dar, tomar sin pensar, exigir sin ofrecer; este egoísmo disfrazado de derecho nos lleva a olvidar nuestras responsabilidades más básicas, pues queremos recibirlo todo sin mover un dedo, y cuando no lo conseguimos, buscamos culpables; esta actitud, tan extendida, genera conflictos en todos los niveles: en casa, en el trabajo, en la sociedad.

En lo cotidiano, preferimos protestar por unos zapatos nuevos sin haber desgastado los que tenemos, o exigimos respeto sin respetar, queremos disfrutar sin límites, y cuando alguien se interpone en ese camino, lo tachamos de enemigo. Pero la vida no funciona así, para tener azul celeste… hay que esforzarse, hay que ganárselo; es en el compromiso con nuestras tareas y con los otros donde se construye el bienestar duradero.

Frente a este panorama egoísta, la solidaridad se presenta como el bálsamo necesario; la solidaridad es ese valor que aparece cuando todo parece perdido, cuando el camino se oscurece y solo nos queda el reflejo de nuestros valores, es la fuerza que nos impulsa a tender la mano al hermano, al vecino, al desconocido, es una forma de vivir y de convivir.

En México, la solidaridad ha brotado en los momentos más duros: terremotos, pandemias, tragedias que nos han puesto a prueba, y aunque a veces la ambición y la mezquindad intentan sofocarla, la solidaridad sobrevive, porque no es tarea de virtuosos ni de santos: es responsabilidad de todos. En tiempos de crisis, no sirven los discursos políticos ni las promesas vacías; sirve el acto concreto de mirar al otro como igual, de actuar desde el corazón y no desde el interés.

La solidaridad nos recuerda que pertenecemos a una misma realidad, que nadie se salva solo, que es el vínculo que mantiene viva nuestra humanidad, que es la base sobre la que se construyen relaciones auténticas, justas y empáticas, por ello, si permitimos que nos dividan con discursos de odio o resentimiento, perdemos no solo la unión, sino también el rumbo, porque la solidaridad no es una palabra bonita: es una forma concreta de transformar el mundo.

Y en medio de este panorama, no podemos olvidar otro valor esencial: la honestidad. Cuando observo mi entorno, me pregunto, ¿por qué cuesta tanto ser honestos? ¿Por qué preferimos mentir, copiar, simular? Desde pequeños aprendemos a justificar nuestras malas acciones, a buscar atajos, a engañar para obtener lo que queremos, en los cargos públicos, en las oficinas, en las escuelas, la honestidad es vista como debilidad, cuando en realidad es una de las mayores fortalezas humanas. Lamento haber escuchado en esta semana que alguien decía que no es conveniente ser bueno, pues la gente se aprovecha de esa virtud, y que lo mejor era ser malo para provocar respeto; pensamiento que, desde luego, no comparto.

Ser honesto no es solo decir la verdad, es vivir en congruencia con lo que pensamos y hacemos, es tener el valor de cumplir con lo que nos corresponde, sin aprovechar el error ajeno ni deformar realidades para nuestro beneficio; la honestidad da identidad, nos permite caminar con la frente en alto, sabiendo que no hemos traicionado ni a nosotros mismos ni a quienes confiaron en nosotros.

Sí, a veces ser honesto duele, porque parece que los tramposos van un paso adelante; pero a la larga, la mentira se cae sola y la verdad prevalece, la honestidad es, en muchos casos, el único patrimonio que podemos dejar a nuestra familia, por eso hay que defenderla con uñas y dientes, porque es más valiosa que cualquier bien material.

Hoy más que nunca, necesitamos recuperar estos valores: la solidaridad que une, la honestidad que dignifica y el esfuerzo que construye; solo así podremos aspirar a una sociedad más justa, más humana y más feliz. No es fácil, pero sí posible, porque mientras exista una voluntad dispuesta a actuar con bondad, siempre habrá esperanza de un mejor mañana.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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