LAGUNA DE VOCES
A todos nos corresponde dar una explicación sobre el sentido de la vida, la nuestra por supuesto, y también buscar si coincide con miles, millones, o ninguna que se haya expresado en este corto trayecto de existencia de los seres humanos. Porque sin duda tenemos respuestas claras, aunque poco confiables, sobre la razón de nuestra estancia en estos rumbos tan desconocidos, raros, angustiosos y, sobre todo, carentes de una lógica mínima.
Un día amanecimos en el universo, abrimos los ojos, lloramos como la mayoría, y tal vez, solo tal vez, habríamos dicho que un tiempo corto resultaría hasta atractivo, pero todo lo que se denomina vida, estaba muy complicado.
Otro día, tal cual dice la canción, también con llanto de por medio, nos iremos, con las mismas dudas, la voluntad de pasar unos meses en ese nuevo lugar del que tampoco conocemos gran cosa, como no sea historias, intenciones, ilusiones, pero nada en concreto.
Así que principio y fin resultan ser solo un montón de razones carentes de toda base, y sí en cambio un paso constante a descubrir una y mil inconsistencias.
Sin embargo, de repente y seguramente porque hay algún remedio divino para la angustia, a una edad determinada, de repente nos olvidamos de todo, cancelamos indagaciones, cuestionamientos, y nos arropamos en la resbaladilla de la existencia. Incluso hasta la gozamos con singular alegría.
Igual repentinamente, nos vemos con gesto de tristeza, porque ya le agarramos gusto a esto que creíamos temporal, radicalmente temporal. Y nos abrazamos a la vida, esta vida, porque descubrimos que es el único espacio real para lograr la comprensión de la felicidad.
Dicho sea de paso, felicidad, lo que se dice felicidad, pues no. Pero ya intentamos algo, y eso lo consideramos un gran avance, luego de años constantes y sonantes de soportar simplemente los años.
Pero es irremediable.
El tiempo, la edad, todo eso que nos hace llorones, y ahora nos obliga a sujetarnos del último eslabón de la vida con todo, incluso el alma, o el corazón, o el hígado como dicen las Ardillitas.
Sin embargo, nos habremos de ir. De eso no hay duda. Y ya no vamos a regresar, nos dice la conciencia que hemos desarrollado pese a todo.
¿La pasamos bien?, como dice el texto atribuido a Spinoza, que está claro no escribió. Diremos que más o menos, que buena parte la pasamos en la intención de pasarla así, pero sin resultados, y ahora, que ya habíamos descubierto la fórmula, resulta que ya empezaron a pedirnos un montón de documentos, como si nos fuéramos a graduar de quién sabe qué.
Pero se le intenta.
Siempre se le intenta.
Y eso es lo que cuenta.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta