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¿Qué es el aspiracionismo?

Luis Ángel Martínez
9 Min de Lectura

LUZ DEL PENSAMIENTO

¿Qué es el aspiracionismo? El tema por si solo es complicado de definir. No es una palabra que esté en los diccionarios o la RAE, pero ha tenido muchísimas interpretaciones según la ideología de cada autor, e incluso hasta el presidente ha dado una opinión al respecto.

Para Arriaga en ADNoticias el aspiracionista es quien fantasea, con actitud individualista, y no contempla a la comunidad, es el que busca “ser mejor que la mayoría” y “no ser parte del montón”. Por otro lado, en el Backcoff, en el Universal, menciona que los aspiracionistas se identifican con sus logros, posesiones o privilegio social, pero que es positivo en el campo educacional para salir de la pobreza.

El término aspiracionismo hasta ahora ha sido parte de muchos juegos semánticos, dónde la perspectiva del autor influencia qué significa. Pero el detalle en común es que el aspiracionismo tiene mucho que ver con la movilidad social. Para ello vayamos a las cifras: en México, el CEEY, estima que 49 de cada 100 personas que nacen en el escalón más bajo de la escalera social se quedan allí toda su vida y peor aún, 25 de ellos no logran siquiera superar la línea de pobreza.

Cuando el presidente habló del aspiracionismo fue para demeritar a las clases medias del país, pero y ¿dónde está la clase media en México? Un estudio de Alice Krozer muestra resultados alarmantes: el 61 por ciento de los mexicanos cree ser clase media, 43 millones de mexicanos creen que son clase media, pero viven en condiciones de pobreza. Viri Ríos criticó las clasificaciones actuales de los salarios que proponen que con 23 mil pesos es suficiente para serlo aunque en diversos lugares solo es suficiente para una vida justa. La clase media tiene salarios de más de 64 mil pesos mensuales por hogar, un salario que solo gana cerca del 10 por ciento de personas en México.

El aspiracionismo no es exclusivo de México, su origen en la actualidad está en el surgimiento del neoliberalismo y eventos del siglo XX como el gobierno de Thatcher, la caída del muro de Berlín, la disolución de la URSS y las políticas de la nueva llamada “democracia liberal”. El aspiracionismo es una idiosincrasia que apuesta por el esfuerzo propio, del “échale ganas”, esto también implica alejarse de los cambios sociales, la participación colectiva o la lucha. Propone que el cambio está en uno mismo, pero, ¿qué no desde el cambio de uno mismo se puede llegar a dar cuenta el individuo que sus metas personales están limitadas y coartadas por las condiciones económico-político-sociales?

Para el aspiracionismo el trabajador mal pagado no debe sindicalizarse, solo debe esforzarse más hasta tener otro puesto; no debe exigir sus derechos laborales básicos, debe renunciar a su trabajo y buscar uno mejor a pesar de que en otras empresas el mismo puesto tiene las mismas condiciones; y si su salud mental ha sido destrozada por sus condiciones laborales no debe aspirar a un seguro de salud mental o a menores cargas de trabajo, debe tomar cursos y aprender habilidades para soportar más y ser eficiente.

Y acaso, ¿hay algo más que mantenga la alienación en los individuos? ¿Qué puede decirnos la ciencia psicológica al respecto? En psicología de las masas, Freud escribió que dentro de la sociedad existe una “libido inconsciente”. En pocas palabras la teoría de la libido explica que entre el tejido social existen vínculos afectivos, inconscientes, que permiten uniones tan complejas entre los seres humanos. Bajo esta perspectiva la conciencia de clase es totalmente plausible, entonces,¿por qué ahora sucede exactamente lo contrario? ¿Cómo es que el capitalismo hace esto?

El capitalismo tardío se ha caracterizado por el consumismo. El consumismo dota a la gente de estatus social, prestigio y diferenciación sobre otros seres humanos. De este modo ya no se necesita de la conexión social que genera la unidad ante un fin en común si este sentido de pertenencia ahora puede ser comprado. Ya no se necesita consciencia de clase si se puede aspirar al lujo.

El consumismo es la clave que permite que exista la fantasía de tener movilidad social en medio de unas diferencias de clase tan marcadas. El consumismo se apoya en la publicidad y el neuromarketing, no les interesa alterar y destruir los aparatos psíquicos con tal de vender. Las aplicaciones de tiendas online mandan constantemente recordatorios para consumir e incitan a comprar cosas nuevas porque las usó algún famoso, porque se ven graciosas o porque “parece que las necesitamos”. El neuromarketing mantiene al aparato psíquico sobreexcitado, ya no parece tan raro que nuevos estudios demostrarán cómo TikTok y los videos breves han reducido significativamente los niveles de atención en las personas.

En la actualidad, tras la pandemia, el servicio de delivery ha tenido un auge sorprendente y una opción única para el capitalismo tardío, puesto a que no pueden organizarse sindicatos, huelgas laborales y, además, en tema legal es complicado elaborar leyes al respecto que regulen las condiciones de trabajo de estas personas que no son empleados, son “sus propios jefes” generando sus “propias cargas de trabajo”, sus “propios horarios” y sus “propias ganancias”. Estas empresas se eximen de cualquier responsabilidad laboral al anunciar que tan solo se dedican a “reunir socios” en lugar de “contratar empleados”, a pesar que en la realidad las diferencias entre las condiciones de trabajo de ambas categorías sean nulas.

A esto se suma otro concepto freudiano: “la pulsión de muerte” a grandes rasgos implica que así como hay pulsiones de vida que como seres vivos nos impulsan a la autoconservación, existen otros, como la pulsión de muerte que nos redirigen a estar un estado inerte para no sufrir las angustias de la vida. En la actualidad reina un pesimismo enorme por la sociedad y por el futuro a diferencia de otras épocas, acá entra la pulsión de muerte, el sujeto moderno sucumbe a la pulsión de muerte, prefiere el estado inerte y la inacción ante otro shock por la angustia de redefinir todo lo que antes consideraba normal. Las protestas se ven como pérdidas de tiempo, el manifestante se vuelve alguien incómodo que en su protesta no deja trasladarse a tiempo al trabajo para ser explotado a gusto.

El triunfo del aspiracionismo se ve por su capacidad de dividir a una población que sufre condiciones pauperizadas en común, no solo los individualiza, sino que los hace ponerse en su propia contra. Con esta situación resuena la frase de Jonh Steinbeck: “los pobres se ven a sí mismos no como un proletariado explotado, sino como millonarios temporalmente avergonzados”. Es complicado encontrar una solución única y definitiva para esto, pero lo primero es saber en dónde estamos parados, acercarnos a la gente de nuestro entorno es la mejor forma de no solo saber qué tenemos en común, sino apoyarnos, aprender a pedir ayuda cuando la necesitamos ahora en un mundo donde es más difícil arreglárselas solo.

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