LAGUNA DE VOCES
Llueve. Se suma el aire a esta tarde pachuqueña, y por alguna razón que solo las necedades de la memoria podrían explicar, hay cierta nostalgia por calles solitarias donde la constante era la indiferencia, el no existir para ninguna persona que por accidente se cruzara en tu camino. Verdaderamente no existías. Si lo hubieras comprobado, comprenderías el porqué de ese extrañar no existir, caminar por la geografía del planeta abandonado de la ciudad, de esos años ahora tan lejanos. Podrías haber muerto desde entonces y ni quién se hubiera dado cuenta, como no fuera tus familiares que estaban tan lejos, que seguro achacarían tu silencio sepulcral, a uno de esos capítulos tan repetitivos cuando adquirías pinta de verdadero fantasma, casi transparente y mudo por definición.
Pachuca es igual de solitaria que entonces, y hablo de hace casi 40 años, aunque llena de automóviles, conductores al borde de la histeria, expertos en mojar el prójimo en tantos charcos que hablan también de baches y baches, drenajes que no se dan abasto, y una especie de vida de seres que rara vez salen de sus vehículos, como no sea para agarrarse a trompadas con el que lo ofendió.
Pero es solitaria, lo que le da esa magia de focos lánguidos que en todo parque que se precie de serlo, desprecia la luz mercurial blanca, escandalosa, incapaz de evocar historia alguna, que para eso solo los amarillentos, tristes, igual a cuadros antiguos donde se miran figuras en las sombras. Es su magia verdadera, pero pocos ponen atención, y por eso, porque a lo mejor quien obtenga las palabras que son conjuros, descubrirá que ya era tarde.
Si recordar es lo que provoca una lluvia escandalosa acompañada de aire, con el de la auténtica Bella Airosa, vale la pena acabar empapado en la tarde que de repente se hizo noche, porque, guste o no a algunos, es el alma de la ciudad donde ya decidimos que nos quedaremos hasta, ahí sí, empezar ese viaje eterno que nos llevará al país de ríos y cafés en cada cuadra de su capital, de calles estrechas donde camina siempre alguien que inventa historias, sinfonías y cuartetos, poemas que perdurarán hasta la eternidad.
Pero es imposible llegar a esos destinos, si antes no se pule el corazón, el alma, con la única ciudad que arranca la memoria si ésta no ha sido cimentada con la fortaleza que solo ofrece la necesidad de guardar recuerdos y más recuerdos, porque transformado en fantasma, solo habrá de reencontrarse si prende la luz de la nostalgia.
Y es lo que pasa en estos días de lluvia y viento.
Por principio de cuentas, lo vemos con claridad, el tiempo ha sido generoso. Y la nostalgia es el imperio fundamental de los recuerdos. Imposible de hacer a un lado; madre y alimento de los que aparecen de repente, por ese principio básico de la existencia.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta