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viernes, julio 11, 2025

Lidya Romero: “En el imperio digital, contemplar la danza es revolucionario»

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La bailarina mexicana Lidya Romero ha dedicado 50 años de su vida a la danza contemporánea, en ese periodo las redes sociales se han transformado en el “imperio” que capta la atención humana, por lo que ahora el acto de “contemplar” la danza es “revolucionario”, afirma este jueves la veterana creadora de más de 70 coreografías.

Con una mirada cinematográfica y hasta antropológica, la maestra decide presentar las funciones ‘Luna de Shanghai’ y ‘Libre pastoreo’ en la Ciudad de México como homenaje a este medio siglo de trayectoria, y, también, a la de otros iconos danzantes del género, entre quienes destaca Mirta Blostein u Orlando Scheker, de los primeros bailarines del Ballet Nacional de México (1963).

“Decidí que estas dos obras que vamos a estrenar en el Palacio de Bellas Artes vayan a contracorriente porque sí pienso que la contemplación es un acto revolucionario, puede ser algo que verdaderamente nos detenga y, además, nos hace falta”, resalta la fundadora de la compañía ‘El cuerpo mutable’ (1982).

Para ofrecer una función que desconecte al público de la tempestad cotidiana reflejada en el “imperio digital”, Romero se nutrió de la “sensualidad” de ‘In the mood for love’ (2000) del director de cine hongkonés, Wong Kar-wai, de la reflexión filosófica del texto ‘La sociedad del cansancio’ del coreano, Byung-Chul Han y, principalmente, de su equipo creativo conformado por artistas como Mauro Gómez, responsable de la escenografía sonora.

“Nos hicimos la pregunta: ‘¿Cuándo empieza la obra para el espectador?’”, comenta la coreógrafa, y es que la función arranca “cuando la gente cierra la puerta de su casa, toma el transporte público y se desplaza a ver el momento en el que se levanta el telón de cristal del escenario”.

“El ruido, el tráfico, el amontonamiento, la lluvia -si nos toca- es parte de la obra (…) porque la línea divisoria entre la realidad y la ficción es muy delgada”, explica tras mencionar que el reto es que la audiencia “deje atrás” ese ruido y se “relaje”, una labor titánica en el presente siglo dominado por la “autoexigencia y la sobreexplotación”.

El “gesto pequeño” frente a la tecnología  

Buscar la relajación en lugar de la espectacularización es ir “contracorriente” como dice Romero, ya que ahora la “tecnología” está al servicio de la puesta en escena, por ejemplo, La Esfera en las Vegas (EEUU), la estructura con esta forma más grande del mundo (cerca de 112 metros) donde la proyección de una imagen es el foco de atención.

“Yo hago una diferencia con el entretenimiento, como el Circo del Sol y estos grandes espectáculos -seguramente la Malinche (de Nacho Cano) es así con sus ‘video mappings’- y está padre que la tecnología esté al servicio de lo espectacular, pero a mí no me encanta, me aburre muy rápido (…) Porque todo es un ‘show’ tecnológico que se me hace medio para engañabobos”, asegura.

La mirada de la maestra de 70 años es opuesta a lo que ofrecen estos despliegues gigantescos de luz porque si algo ha aprendido con la edad es a “vivir con dignidad como las grandes catedrales” y a reducir la expresión artística al “gesto más pequeño”.

“Te tienes que enfrentar (con la vejez) a otras maneras de estar en escena, manipular lo que podías hacer de joven, como cuando te cargaban por los aires”, confiesa con un gesto alegre, pues confirma que todos los movimientos permanecen en “la memoria del cuerpo”.

Ahora, agrega, lo que toca es “reducir todo a la esencia, a la mínima expresión, al gesto pequeño que puede ser más potente que una machincuepa (voltereta)”.

Lidya Romero debutó en Bellas Artes en 1975, y su regreso a este importante recinto cultural -el próximo 19 de julio- lo hará alejada de cualquier acto “formal o solemne” más bien abrirá un espacio artístico dedicado a los cuerpos diversos de todas las edades mientras danza vestida de gallina en ‘Libre Pastoreo’, un acto que compartirá con sus colegas de toda la vida.

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