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Las mujeres como usuarias y como parte de la oferta en la electromovilidad

Patricia González López
5 Min de Lectura

IGUALDAD SUSTANTIVA, EMPODERAMIENTO EFECTIVO

Tal y como lo señala Gabriela Cob y Marina Casas Várez en su documento “Análisis y propuestas para un transporte público eléctrico desde la perspectiva de género”, la desigualdad de género es históricamente un rasgo estructural en América Latina y el Caribe que limita la autonomía económica de las mujeres, su desafío de las políticas de equidad y valoración de género en el ámbito ambiental no es menor.

Los gobiernos de América Latina y el Caribe ya habían reconocido anteriormente que la división sexual del trabajo y la injusta organización social del cuidado es uno de los nudos estructurales de la desigualdad de género en la región, la crisis sanitaria y la crisis climática y sus consecuencias han permitido constatar los alcances e impactos de los cuidados para la sostenibilidad de la vida y también para el logro de la autonomía de las mujeres en todos los ámbitos, incluyendo la económica y su relación con la educación superior o terciaria.

Las mujeres tienden a realizar una variedad de viajes, desde trayectos cortos hasta largos, que abarcan desde la movilidad laboral hasta la de cuidados, pasando por actividades educativas y de compras. En este sentido, la transición hacia el transporte público eléctrico no solo tiene beneficios ambientales y económicos, sino que también impacta directamente en la calidad de vida de las mujeres urbanas.

Por tal razón, la evidencia empírica demuestra que las inversiones enfocadas en hacer un transporte público más conveniente y seguro para las mujeres impacta positivamente su acceso al mercado laboral. Si los sistemas de transporte conectan a las mujeres con empleos de calidad y oportunidades educativas, se fortalece el capital humano, se atrae la inversión extranjera directa y se insertan las ciudades en cadenas globales de valor. 

La Comisión Económica para América Latina plantea como estrategia la economía circular, considerándose ésta como “un modelo de transformación productiva que aplica una nueva lógica de producción y consumo mediante la optimización de los recursos, la innovación tecnológica y el desarrollo de nuevos modelos de negocios que permiten reducir la extracción de recursos y la dependencia de insumos importados en cadenas globales”. 

La economía circular busca impulsar cambios en los patrones de producción y consumo, en el marco de una transición justa y para avanzar hacia un desarrollo inclusivo y sostenible. En este sentido, una estructura social, económica y política con igualdad de género es una base necesaria para que la economía circular cree un modelo sostenible, integral y justo para ofrecer soluciones sistémicas.

Desde la perspectiva de género, la transición hacia la electromovilidad en países como Chile, Colombia y México, está generando cambios en la participación de las mujeres en el transporte, tanto como usuarias, como desde el lado de la oferta. 

Los patrones de desplazamientos diarios de las mujeres están asociados con las tareas del cuidado no han sido suficientemente observados desde las políticas públicas y solo desde hace poco empiezan a aparecer experiencias concretas de planificación y de diseño en la movilidad urbana y en las tarifas, considerando los patrones del cuidado de múltiples desplazamientos tomando en cuenta lugares de cuidado, escuelas, centros de salud, parques, mercados, entre otras. 

Respecto a la presencia de las mujeres en el lado de la oferta, el transporte es un sector históricamente masculinizado, por lo que, a fin de apoyar la incorporación de mujeres, se están capacitando en riesgos y operación de vehículos eléctricos a 450 mujeres con licencia de conducir profesional y varios años de experiencia, que se incorporarán como conductoras de buses eléctricos. 

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