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La primera infancia como ventana de oportunidad única para políticas igualitarias y efectivas

Patricia González López
5 Min de Lectura

IGUALDAD SUSTANTIVA, EMPODERAMIENTO EFECTIVO

El documento “Enfrentar la desigualdad en la primera infancia: Las huellas de la pandemia de COVID-19 en las nuevas generaciones de niñas y niños de América Latina y el Caribe”, coordinado por Raquel Santos García de la CEPAL y la UNICEF para fortalecer la agenda de políticas sociales para la infancia en América Latina y el Caribe, viene a dejar muy en claro que a pesar de los avances normativos y programáticos dirigidos a las infancias en estas últimas décadas, existe una enorme deuda pendiente con las niñas y los niños. 

La persistencia de la doble carga de la malnutrición, el acceso desigual a la protección social y a servicios básicos de salud, cuidado y educación de calidad, y la exposición a situaciones de violencia y abuso cristaliza un fenómeno conocido como infantilización de la pobreza, donde niñas y niños de la región son desproporcionadamente afectados por la pobreza. 

En 2022, por ejemplo, niñas y niños de entre 0 y 8 años registran casi 15 puntos porcentuales más de pobreza que la población general, llegando a 43.7 por ciento. La llegada del COVID-19 en 2020 fue un elemento más que se sumó a la tormenta. Las crisis económicas y sociales que se desencadenaron, sus impactos en la contracción de la actividad económica y sobre los mercados laborales, los servicios y prácticas de cuidado en el hogar y los servicios de educación y salud, así como la inseguridad alimentaria, entre otros, impactaron directamente sobre el bienestar de niñas y niños en la primera infancia. 

Como las prioridades estuvieron centradas en la dimensión sanitaria más aguda de la pandemia, en particular durante el año 2020, las necesidades y vulnerabilidades de la infancia no recibieron atención oportuna, quedando a menudo marginados, exacerbando desigualdades y, eventualmente, generando efectos negativos en sus vidas a largo plazo.

A cuatro años de la irrupción de la pandemia de COVID-19 y un año después de declarado el fin de la emergencia sanitaria global por la Organización Mundial de la Salud, es fundamental comprender mejor cuáles han sido las implicaciones para las niñas y niños en la primera infancia y sus familias. 

Por lo que la relevancia de garantizar la protección integral de la primera infancia y fortalecer la resiliencia y preparación para abordar futuras crisis de esta naturaleza, con una mirada especial sobre el campo de la salud y la educación se hace estrictamente necesaria.

Se destacan medidas tanto transversales como sectoriales, basadas en cuatro componentes del Marco para el Cuidado Sensible y Cariñoso, por lo que invertir en los primeros años de vida es de las inversiones más eficientes desde el punto de vista de las políticas públicas, porque es el período de la vida cuando actúan los principales impulsores de la desigualdad y el impacto positivo tiene beneficios exponenciales. 

Existe consenso científico en el campo de las neurociencias acerca de que el período comprendido entre el desarrollo fetal y los primeros 5 años de vida es uno de crecimiento exponencial de habilidades lingüísticas, motrices y psicoemocionales que funcionan como base fundamental para la formación de capacidades humanas, la interdependencia entre el desarrollo cognitivo y los resultados de salud y nutrición a lo largo de toda la vida que se originan en los primeros momentos de vida. 

Asimismo, se reconoce que las intervenciones tardías son menos efectivas y más costosas, subrayando así la importancia de la primera infancia como ventana de oportunidad única para políticas igualitarias y efectivas. De esta forma, además, se mejora la probabilidad de éxito de políticas en otras etapas del ciclo de vida, que pueden sumarse a los resultados obtenidos previamente.

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